domingo, 17 de enero de 2010

MIRKO LAUER OPINA SOBRE EL TERREMOTO EN HAITÍ




Hacia la tarde-noche del sábado 16 de enero, el corresponsal del Diario EL PAÍS de España en Puerto Príncipe, Pablo Ordaz, titulaba su despacho de la siguiente manera:
Haití ya no existe.
Aquel fue un reporte desesperado, casi con la muerte en los talones, que revelaba el nivel de desgobierno, anarquía, pillaje, vandalismo, caos y anomia social que embarga a Haití luego del terrible terremoto del lunes 11. Sobre el país más pobre del hemisferio occidental, Mirko Lauer, sub Director de LA REPÚBLICA y columnista principal, ensaya las siguientes reflexiones.

¿HAY ALGO REALMENTE QUE RECONSTRUIR?
por Mirko Lauer

Solidaridad con Haití


El dios de los terremotos no ha podido escoger un peor lugar. Antes de la catástrofe Haití ya ocupaba un sitio destacado entre los Estados fallidos, y era considerado el único del hemisferio occidental. Casi no hay cifra de medición social en que el país no esté a la zaga, efecto de largos decenios de gobiernos dedicados a la rapiña.

Esta fue la primera sociedad que luchó con éxito por su libertad y contra el esclavismo en la región (1791), y el primer país en 200 años que los EEUU invadieron para restablecer una forma de democracia (1994). Pero una historia marcada por la superstición derrotó todo esfuerzo de sus mayorías por salir de la miseria.

Así, el sismo ha creado una complicada situación. Es indispensable aliviar el drama haitiano de estas horas, pero a la vez hay la clara conciencia de que los grupos dominantes carecen siquiera de la capacidad de volver a la horrible situación previa al terremoto, en que Haití ya traía de largo la traza de un campo de refugiados.

Las operaciones humanitarias no tienen entre sus objetivos un cambio de régimen (aunque Naomi Klein dice que en estos años muchas han aprovechado para entronizar un “capitalismo de catástrofe”), y esta no va a ser la excepción. Pero apuntalar al sistema que construyó esos edificios tembleques no deja de ser una tarea descorazonadora.

Quizás también sea una tarea imposible. Primeros informes dan a entender que las fuerzas combinadas de la represión, la corrupción y la ineficiencia ya han empezado a bloquear partes de la más elemental ayuda humanitaria. El camino de los recursos desde el aeropuerto a la población ya se está volviendo un oscuro laberinto.

Lamentable como es, el gobierno de René Préval va a ser sostenido por la ayuda humanitaria. Entre otras consideraciones porque Haití no ha visto nada menos malo que eso a la fecha. Fue reelegido y no mostraba deseos de aferrarse al cargo, quizás por la convicción de que el país no tiene nada mejor con qué reemplazarlo.

Este pareciera ser un caso en que una crisis se podría convertir en una oportunidad. Sin embargo los antecedentes no son muy prometedores. Como muestran, digamos, Pisco y Nueva Orleans, las ayudas alivian y parchan, pero muy rara vez crean una vida nueva o siquiera restablecen la anterior para los damnificados.

Aun así, el proceso de ayuda va a dar a los principales organismos y países de la solidaridad internacional una influencia en Haití que no se debe desaprovechar. Las propias mayorías haitianas tendrán mucho, por no decir todo, que decir en la concepción de la sociedad que venga después de las consecuencias inmediatas de este terremoto.


(Extraído de http://www.larepublica.pe/ versión digital del Diario La República, Lima, Perú)

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