sábado, 10 de julio de 2010

TOY STORY 3: EL NACIMIENTO DE UN CLÁSICO (Por Sergio Wolf)


Sergio Wolf, crítico de cine argentino, director general del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente -BAFICI, realizador (Yo no sé qué me han hecho tus ojos, 2004) y amigo nuestro, ha publicado en el portal http://www.otroscines.com/ administrado por Diego Batlle, una opinión favorable a Toy Story 3 de la casa Pixar.
Compartimos el entusiasmo de Wolf y su augurio de estar frente a una película límite, por su excepcionalidad cinéfila y su humanidad a raudales.
Oscar Contreras Morales.-

Toy Story 3 nos reencuentra con la emoción de la especie y con el gusto por el cine de una manera lúdica, arrasadora y rotunda. Pareciera que nada de lo que el cine ha dado -en su modalidad de representación clásica- le es ajeno a sus hacedores, casi como si se constituyera en una suerte de El ciudadano del cine de animación, en un último umbral o límite, en una culminación propia de la era de la velocidad. Difícil ir más allá de su universo.

Acá no hay un dispositivo, porque todo en Toy Story 3 es demasiado humano, y esa es una de sus muchas y más extraordinarias paradojas. Si el cine pareciera ir hacia adelante -y, al menos en ese sentido, Avatar aparece como un punto de inflexión-, en esta nueva saga de Woody y Buzz los realizadores van hacia atrás al potenciar como centro el paso del tiempo: los juguetes son más antiguos y el chico se convirtió en adolescente. Esta idea se vuelve más notoria todavía en la brillante sustitución del geriátrico (al que van las personas viejas) por la guardería pública (a la que van los juguetes viejos).

Pero esa decisión, que parecía arrumbar la película en la nostalgia, es apenas una línea que se articula con otras -las de la solidaridad, la contradicción, la necesidad de ser amados- que buscan de todos los modos posibles, por todos los caminos posibles, encontrar la subjetividad como valor primordial. Indudablemente, cuanto mayor es esa búsqueda tenaz por la subjetividad (por lo más humano de lo humano), mayor es la posibilidad de que la película de animación escale a otra dimensión, alcance a todos los espectadores y escape del mero entretenimento banal para chicos asociado con el marketing.

Tan es así, que la experiencia de salir de ver Toy Story 3 y encontrarse con un afiche de la nueva Shrek produce un efecto casi anti-ecológico, como si nos arrojaran de golpe hacia lo más rústicamente basto y vulgar, hacia la procacidad efímera que la industria promueve como único camino. Eso también es el cine, por supuesto, pero el choque con esa realidad después de pasar una temporada de paseo por aquello que amaríamos que fuera, es un golpe de realidad demasiado brutal. (Paréntesis: el significado de la lucha y las diferencias entre Pixar y Dreamworks no es un tema menor del cine contemporáneo, y ha sido analizado de manera brillante por Kent Jones en el número de julio 2008 de Film Comment, aunque, desafortunadamente, su texto no está disponible online).

¿Cuáles son los secretos que creo hacen de Toy Story 3 un clásico? Enumero algunos que me parecen los más reveladores: hay momentos en los que hay cuatro líneas dramáticas simultáneas que avanzan y se intersectan, con equivalente intensidad, y en las que impacta la velocidad extraordinaria de las elipsis; un flashback como el de los tres juguetes olvidados por su dueña instala el género -en ese caso, el de terror- en apenas un plano; el trabajo de articulación con los dos films anteriores potencia el pasado pero respeta la unidad intrínseca de la película y -como en las dos primeras de la saga- propone una línea diferente y propia; el sentido de lo grupal como proyecto de los personajes en espejo al de los hacedores, incluso en los guiños u homenajes, como lo demuestra la presencia silenciosa de Totoro; la casi invisibilidad del 3D, convertido en parte de la película pero no puesto en un lugar central ni estelar, no como sustituto técnico de limitaciones artísticas.

Toy Story 3 es tan fascinante que abruma. En muchos pasajes, da la sensación de que “los Pixar” lo saben todo, que lo aprendieron todo, que dominan el cine, su lenguaje, su historia, sus claves y modulaciones como ningún otro. Difícil ir más allá de su universo.

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