domingo, 17 de abril de 2011

RICARDO DARIN EN EL PERÚ / CARANCHO de Pablo Trapero (Diario PERU 21)


La semana pasada Ricardo Darín estuvo de visita en el Perú. El Gobierno del Perú le extendió a él y a su familia una invitación para vistar el Cusco y Macchu Picchu, en el marco de las celebraciones por el centenario del descubrimiento de la ciudadela Inca; y como parte de la política nacional de promoción del turismo y de lanzamiento de la marca Perú, que han previsto sendas invitaciones a personalidades de las artes y la cultura en todo el mundo.
Y la semana pasada, también se estrenó la película argentina Carancho (2010) donde Darín tiene una destacada actuación.
 Carancho es una de las mejores películas de Pablo Trapero. Un film noir del Tercer Mundo, que corresponde absolutamente a los elementos clásicos del subgénero; y que hace de sus especificidades temáticas y de sus variantes culturales, un reporte del desánimo urbano, de la corrupción y del sino autodestructivo en millones de seres humanos en el conurbano bonaerense; que se hace extensivo al mundo marginal latinoamericano.
La rapacidad, la atracción fatal, la fuga hacia adelante, la pasión ciega, han sido desarrollados en Carancho con gran eficiencia narrativa y visual, de manera consecuente con el mundo y el estilo del director (Mundo Grúa, El Bonaerense, Nacido y criado, Leonera).
Demás está decir que Ricardo Darín y, su contraparte, Martina Gusman, están estupendos. Corran a ver Carancho.
Óscar Contreras Morales.- 


http://peru21.pe/impresa/noticia/me-considero-actor-muchas-limitaciones/2011-04-16/301724

Mis padres fueron actores. No tuve ninguna intención de rebelarme y cambiar de oficio. Cuando eres chico no sientes la magia de la actuación sino la naturalidad de la situación. Yo me formé en la cocina del espectáculo. Yo no notaba la diferencia entre la ficción y la realidad. Para mí era un juego: el living de mi casa era un estudio de televisión. No tenía que superar un umbral para pasar a otra dimensión: esta estaba allí”, nos dice Ricardo Darín, excelente actor argentino que, invitado por Promperú, vino a visitar Machu Picchu en el marco de las celebraciones por su centenario.

¿Es cierto que en la escuela fuiste un mal alumno?
Nunca fui un buen alumno, pero siempre fui un buen compañero: tres años seguidos me eligieron ‘mejor amigo’.

¿El problema era la escuela o el alumno Darín?
No lo sé, porque creo que las estructuras de nuestra educación son un poco arcaicas. Se deben crear algunas más divertidas para que los chicos quieran ir: primero, son muchas horas; segundo, las clases deben ser más tarde, empiezan muy temprano; tercero, hay que tener en cuenta las habilidades y vocaciones de los alumnos: no todos tenemos los mismos intereses, algunos optan por las matemáticas, otros por las letras, etcétera. Claro, la base debe ser la misma, pero en la secundaria ya uno debería elegir una tendencia, ir por su vocación, por su capacidad.

¿Tus dotes histriónicas son naturales o las has ido educando?
Yo creo que todos tenemos dotes histriónicas naturales. Desde que el ser humano se civilizó, aprendió a actuar, pues no siempre mostramos la cara que nos representa: hemos aprendido a mostrar aquella que creemos es conveniente para la situación que estamos viviendo. Eso es actuar, aunque no sea profesionalmente.

No todos somos buenos actores.
Es cierto, yo mismo no me considero un gran actor. Yo me considero un actor con muchas posibilidades pero con muchas limitaciones. Soy movedizo, inquieto, pero no me siento un gran instrumentista. Los que siento como grandes actores están en otro renglón. Yo no tuve instrucción académica, pero tuve una escuela en casa que no gozaron los demás. De todas maneras, yo siento que la instrucción académica es fundamental.

¿En Argentina también se mira con más respeto al actor de teatro y de cine que al de televisión?
Sí, sin duda. Es un infantilismo porque no hay nada más difícil que hacer televisión. En el fondo, es un prejuicio, una generalización que lleva a una injusticia. La televisión, para los actores, es muy difícil porque tiene un ritmo de trabajo y de exigencia que no te permite elaborar un personaje a un paso digno. Si yo veo a un actor desarrollar una buena secuencia, aunque la telenovela o la serie sean de la más baja estofa, lo valoro doblemente porque sé que es muy difícil hacerlo en TV. El cine me encanta como espectador, pero como actor es un dolor de huevos trabajar allí. ¿Por qué? Porque es contra natura, es demasiado parcializado, pormenorizado, sectorizado, salteado: no hay un proceso creativo cronológicamente digno. Si no entiendes la metodología de trabajo te enfermas, te vuelves loco. Por eso estoy enfermo, por eso estoy loco (risas).

Siendo consciente de esto, ¿te propusiste ganarte un espacio en el cine, en el teatro?
La única vez que quise que me tomaran en serio fue por el año 81-82: había ganado mucha popularidad, era un galancito, pero no me sentía respetado por mis pares. Como hijo de actores sabía que no hay nada mejor que ser apreciado por nuestros colegas.

Dicen que los mejores guionistas ya no están en el cine sino en la tele…
Es que el negocio grande se trasladó allí. Por suerte, en nuestros países aún no pasa esto: siempre vamos atrasados (risas). Que el presupuesto de una película de Hollywood sea de 120 millones de dólares es una locura. ¿Qué pasa? Las superproducciones de los grandes estudios han originado que se muerdan la cola. Cuando uno va a ver La tormenta perfecta vos te das cuenta de que compraste la película antes de tiempo porque está muy bien editada, pero el contenido es cero. No digo que no haya buenas películas, pero como industria se muerden la cola porque han apostado todas las fichas no a sostener al verdadero motor de la industria, las ideas, las historias, sino a una cosa colateral: los efectos especiales. América Latina, que sabe contar historias pequeñas pero profundas y con sentido y dramatismo, se convirtió de golpe en una usina de ideas… y ya están viniendo a comprarlas.

Como Nueve reinas…
Sí, pero después nos demuestran que se equivocan, que leyeron mal el libro (risas).

Y bueno, la pregunta convencional: ¿Qué te pareció La teta asustada?
No me pongás esa cara (risas). Ninguna de las cinco películas candidatas al Oscar tenía el arte y la fotografía de La teta asustada. El nivel interpretativo de Magaly Solier es superior; la historia es genial, pero muy densa y de difícil digestión. Pero el solo hecho de que dos películas latinoamericanas hayan estado entre esas cinco ya es histórico, ya es para salir a celebrar a las calles.

De jurado, ¿le hubieses dado el Oscar a La teta asustada?
No, yo se lo hubiera dado a La cinta blanca, de Michael Haneke.

1 comentario:

  1. Darín me parece un buen actor. Espero que llegue al Perú su última cinta, una comedia con un chino.

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