miércoles, 17 de agosto de 2011

LA MUERTE DE JAVIER TANTALEÁN ARBULÚ, por Antonio Zapata (Diario LA REPUBLICA)


Para quienes tuvimos la dicha y el honor de ser sus alumnos, Javier Tantaleán Arbulú representaba un momento integrador y sistémico en el desarrollo de las ciencias sociales peruanas; con especificidad, en el desarrollo de la Historia Económica.
Su curiosidad y perseverancia científica, le permitieron macerar trabajos totales, ciclopédicos, estudios de largo aliento sobre los orígenes y la consolidación de la peruanidad. Con estudios de postgrado (Maestrías y Doctorados) en Lovaina y La Sorbona, Tantaleán acababa de presentar hacía dos semanas -en la Feria del Libro- su monumental trabajo sobre el Virrey Toledo, el primer paradigma de modernidad en el país, en sus propias palabras. Como egresado de la Maestría en Gobernabilidad de la Universidad de San Martín de Porres y como alumno suyo en dos ciclos completos, elevo una oración por su alma.
Oscar Contreras Morales.-



Escribe Antonio Zapata.-

Se ha ido Pocho Tantaleán, buen amigo y mejor persona. Ha sido un suceso inesperado e impactante debido a la amplitud de sus redes y el reconocimiento general a su trabajo. Intelectual orgánico del APRA, Tantaleán supo combinar una carrera de estudio y reflexión con la militancia política y la vida orgánica en el PAP. Hijo y sobrino de hombres de uniforme, fue militante aprista desde su juventud, cruzando una frontera ideológica y política que en su época era terreno vedado y prácticamente nadie lo hacía.

Su padre fue un destacado general y ministro de Pesquería durante la Primera Fase del Gobierno Revolucionario de las FFAA, habiendo ejercido enorme influencia en las postrimerías del gobierno de Juan Velasco. Su actuación fue altamente controvertida, porque expropió la industria pesquera en un contexto de aguda crisis, causada por las deudas contraídas por los empresarios pesqueros con el capital financiero y un fenómeno El Niño devastador en el mar peruano.
El ministro Tantaleán tuvo grandes enemigos y su gestión recibió muchas acusaciones. En alguna medida, Pocho logró darle la vuelta a ese clima enrarecido que –paradójicamente–fortaleció su carácter amable y tranquilo, dotado de gran poder de comprensión. Se levantó sobre la controversia generada alrededor de su padre, construyendo una personalidad basada en el don de gentes.
Como historiador, Pocho combinó el trabajo monográfico puntual con escritos de largo alcance. No fue renuente a la interpretación, sino que siguió los cánones establecidos por su generación, que fue la “dependentista”. La herencia colonial fue una herramienta analítica presente en sus trabajos históricos. Era amante de volver a los orígenes; cada tema que estudiaba lo conducía al más remoto pasado, para luego explicar su evolución.
Se esforzó para estudiar el pasado en diálogo con el presente. Sus trabajos sobre la informalidad son una prueba de sus habilidades para conectar la Colonia y el mundo contemporáneo. Al respecto, mantuvo una aguda conversación con Pablo Macera sobre los empresarios populares, que fue editada por la ONG IDECI, dirigida muchos años por la esposa de Pocho, Susana Pinilla.
En esa misma línea se encuentra su análisis de la gobernabilidad en el Perú, que editó la USMP. En este caso afrontó el reto de entender la construcción del Estado desde una óptica historicista. Acompañado por Pierre Vigier, Tantaleán pasó revista completa a las instancias de gobierno, revisando sus funciones para recomendar pautas que lo hicieran viable en el largo plazo.
Siempre fue honesto y nunca estuvo involucrado en corruptelas, habiendo atravesado sin una sombra períodos especialmente escabrosos durante el primer gobierno de Alan García, en el que fue responsable del Instituto Nacional de Planificación. Asimismo, fue una persona esforzada y antes pecó por exceso que por avaricia. Escribió mucho y gustaba de emplear libremente distintas perspectivas analíticas.
Pocho buscó dialogar con teóricos de tendencias opuestas para comprender el Perú. No tuvo miedo de combinar el pensamiento de Marx con el de Hayek, y tuvo una gran fascinación por Karl Polanyi, quien nos describió una humanidad sin la centralidad que hoy en día tienen los mercados. Pensó de modo sistemático –herencia de su calidad de ingeniero y economista– tratando de entender el país en clave histórica.
La carrera de Javier Tantaleán no registra paralelos visibles con la trayectoria del antropólogo Carlos Iván Degregori, quien igualmente ha fallecido hace poco tiempo. Pero algo los vinculaba porque se habían aceptado, logrando lo mejor de sí al final de la marcha. Lamentablemente, en ambos casos, interrumpida relativamente pronto; pero han partido dejando una estela de afectos construidos a lo largo de la ruta que recorrieron.

P.S. Esta columna ha sido elaborada al alimón con el historiador Cristóbal Aljovín, quien es coautor de su contenido.

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