sábado, 4 de febrero de 2012

ENTREVISTA A DAVID LYNCH (Por Stephane Deschamps para INROCKUPTIBLES)

 
¿Qué estaba haciendo David Lynch hace veinticinco años? Rodaba Terciopelo azul. Y, de alguna manera, las dos décadas y media siguientes se iban a volver “lyncheanas”. Durante todo ese tiempo Twin Peaks, Carretera perdida, El camino de los sueños no han parado de tramar un doble imaginario de nuestro mundo. El vocabulario visual del maestro se ha impuesto en todas partes, hasta convertirse en la piedra filosofal del cine contemporáneo. Pero de manera extraña, al expandirse, su obra se ralentizó: sólo dos largometrajes en diez años; ninguno desde hace cinco. Mientras que el nombre “Lynch” se volvió sinónimo de “cine”, Lynch trabajó en todo excepto en rodajes. En estos últimos meses sacó un disco (con temas que compuso y que canta), publicó un libro (con sus pinturas y sus dibujos) e inauguró un club parisino. Es en este muy lindo lugar, llamado “El Silencio” (como el club donde las dos heroínas de El camino de los sueños se fusionaban hasta las lágrimas al escuchar una versión latina de Crying, de Roy Orbison), que David Lynch compartió sus novedades con nosotros.
Hace poco publicaste un libro que reúne tus obras plásticas, pinturas y dibujos. ¿Lo considerás tan importante como una de tus películas?
David Lynch: Sí, obviamente. De hecho, en primera instancia, quería ser pintor. Hacer películas se presentó, en un momento, como una evidencia, pero siempre tuve ganas de pintar. Entonces, seguí pintando cuadros. Me encanta pintar. Cuando tengo tiempo, pinto. Obviamente, una película representa un emprendimiento mucho más pesado: toma más tiempo, hay más personas involucradas, requiere un involucramiento total. De la preparación hasta la realización, no se puede hacer otras cosas, o pensar en otras cosas. La película ocupa el espíritu todo el tiempo. Recién durante el montaje empiezo a relajarme. Puedo empezar a pensar en algo diferente. La pintura me acapara menos.
¿Pintás todos los días?
Lo intento… Hago acuarelas que requieren por lo menos una semana de trabajo. Este verano, pinté afuera y logré terminar solamente un lienzo. ¡Un solo cuadro en todo el verano, a pesar de haber trabajado todos los días en eso!
¿Es cierto que filmás todos los días con una pequeña cámara DV?
Para nada. Filmo sólo cuando tengo proyectos, que pueden ser muy variados, como recientemente un cortometraje para American Express sobre un recital en Los Ángeles de Duran Duran.
En estos últimos diez años, sólo rodaste dos largometrajes: El camino de los sueños e Imperio. ¿No extrañás un poco el cine?
Sí, lo extraño. Pero no tengo ninguna idea de película desde Imperio. Además, siento cambios enormes en la industria del cine. No sé todavía qué pasó exactamente. Pero creo que un cierto modelo, junto con la idea de la sala como lugar donde la gente ve películas, hace que la industria tal como la conocemos esté seriamente amenazada.
¿A qué atribuís esta amenaza contra las salas de cine?
En primer lugar, Internet cambió el paisaje, de la misma manera que recompuso la industria de la música. Hoy, todo el mundo produce imágenes que se mueven, es tan simple como sacar fotos. Todo el mundo puede difundirlas muy fácilmente. Ya no tiene nada especial. Todo el mundo emite imágenes y puede verlas en cualquier lugar, en cualquier pantalla. Pero en mi opinión, mirar películas en un iPad modifica bastante la percepción. El poder del cine se debilita, las imágenes se imprimen menos profundamente. Cuesta más entrar en el mundo que una película inventa si no nos encontramos en un ambiente oscuro, aislados del mundo. Cuando miramos una película en la pantalla de una computadora, la película está reducida a un rectangulito de todos los días, que la vida cotidiana puede sepultar en cualquier momento.
¿La desaparición del cine en salas, entonces, para vos es inminente?
No, inminente no. La llegada del 3D retrasa este proceso. Pero admito que no me interesa mucho, no miré ninguna película reciente en 3D. Por el momento, las posibilidades que ofrece el 3D no me provocaron ninguna idea.
¿Pensaste en dejar el cine?
No, en absoluto. Sé que el rumor circuló, pero era falso. Simplemente dije que ya no rodaría en fílmico. Aunque el celuloide muera, el cine no lo hará.
¿Por qué pensás que rodar en fílmico ya no tiene sentido?
Es una tecnología pasada de moda… todo el equipamiento que requiere la película es tan antiguo, tan pesado. Cargar la película, sólo poder rodar diez minutos, mandar las películas al laboratorio, no poder ver en seguida lo que se grabó: ya no tiene ningún sentido. El digital suprimió todas esas obligaciones. Sin siquiera hablar del deterioro del soporte: rápidamente, la imagen se vuelve oscura, aparecen rayas… prefiero, por ejemplo, que la gente mire Cabeza borradora en DVD que en una copia de la película. La imagen es más pura, está menos alterada, nada separa al público de la imagen.
¿Podrías imaginarte El hombre elefante en digital?
Sí, por supuesto. Hoy, gracias a la tecnología, todas las texturas de imagen son posibles. Creo que el blanco y negro de la luz de El hombre elefante es completamente realizable con una cámara digital.
¿Qué películas o directores de cine te impresionaron recientemente?
(Largo silencio) Miro pocas películas nuevas. Hace poco vi El árbol de la vida, de Terence Malick, y Medianoche en París, de Woody Allen, pero debo admitir que ninguna de las dos me emocionó mucho.
¿Mirás muchas películas antiguas?
De vez en cuando. Ayer fui a ver en un cine parisino el Viaje a la luna, de Georges Méliès, en su copia restaurada. Me encantó. Conocía, como todo el mundo, el plano del cohete entrando en el ojo de la luna, pero nunca había visto la película entera. Increíble: es del 1902 y da la impresión de que el arte del cine ya había alcanzado su perfección.
¿Cuáles son tus primeros recuerdos de la música?
Me acuerdo de haber escuchado mucho la radio cuando era chico, pero nunca nada me emocionó realmente hasta Elvis Presley, en el ‘56 o ‘57. Es con Elvis que la música se convirtió, desde entonces, en algo importante para mí.

Miro pocas películas nuevas. Hace poco vi El árbol de la vida, de Terence Malick, y Medianoche en París, de Woody Allen, pero debo admitir que ninguna de las dos me emocionó mucho.
¿Tocabas de chico?
Toqué la trompeta. No sé por qué, ya que me encantaba el rock’n’roll, y la trompeta no es un instrumento muy rockero. Pero aprendí a tocar la trompeta, y toqué este instrumento hasta entrar al secundario. Había que tocar en una orquesta en el colegio; nos pedían que animáramos los partidos de futbol, y eso no me interesaba en lo más mínimo.
¿Cuándo empezaste a tocar la guitarra?
Empecé con la guitarra para hacer efectos sonoros, no tenía el plan de tocar en serio, sólo me gustaba el sonido. Lo hacía de una manera extraña, y como la guitarra es un instrumento, los sonidos que producía eran, al final, música. Seguí experimentando. Pero fue Angelo Badalamenti, un tipo genial, como un hermano para mí, quien me inició realmente en la música.
¿Cómo surgió el proyecto de Crazy Clown Time?
En 1997, creé mi estudio de grabación. Con Big Dean Hurley, el ingeniero, hacemos jams, y la música empezó a salir de esa forma. Al principio, no tenía ningún proyecto de disco. Tengo a un agente para la música y me presentó a unos músicos, con quienes a veces trabajo. Primero grabamos el tema “Good Day Today”. Pasaron la canción en la radio, en California, y el sello Sunday Best la escuchó y ofreció sacarlo el año pasado con I Know. Después preguntaron si teníamos mas temas. Y teníamos. Así se hizo el disco.
Hace un par de años, trabajaste con Roy Orbison. ¿Qué recuerdos te quedaron de esa experiencia?
Roy Orbison es un ser humano de oro puro. Un hombre humilde, con el que es fácil conectar. Era muy tierno. Frágil no, pero tierno. Había entendido el lado tierno de la vida. Nadie lo reemplazó verdaderamente. Roy Orbison hacía rock’n’roll, pero con algo más. Era rock’n’roll sinfónico, con algo italiano.
Si pudieras viajar en el tempo, ¿a dónde te gustaría ir?
Me gustaría volver a 1953, 1954. Me subiría a un Studebaker Starliner Coupe, y bajaría hacia el sur para vagar con Sam Philips, esperando el nacimiento del rock’n’roll.
¿Por qué decidiste no hacer giras para presentar el disco?
La respuesta es una palabra de cinco letras: miedo. Eso es lo que me detiene. La incompetencia y el miedo. Por supuesto, sería un desafío tocar en vivo. Quién sabe… Lo que respeto de los grandes músicos es que son capaces de subirse al escenario noche tras noche, y estar a la altura, ser precisos. Eso es tener un talento verdadero, que no estoy seguro de poseer.
¿Seguís practicando meditación?
Si, todos los días, una hora, dos veces por día.
¿Siempre te procura lo que buscás?
Sí, todo eso y ¡mucho mas! (risas). Me permite llegar a algo que tiene que ver con el ser. O con la conciencia, la inteligencia, la disponibilidad, la felicidad también. Todo eso existe en una forma a la vez muy pura y muy potente, y la meditación permite acceder a eso. El mundo parece ser mejor, la gente también, uno se siente más feliz y más apto para hacer lo que hacemos… La creatividad también se desarrolla.
Para alcanzar un estado similar, ¿nunca contemplaste la posibilidad de psicoanalizarte?
El psicoanálisis es, en mi opinión, una gran broma. Por supuesto es bueno encontrar un interlocutor con quien podamos hablar, sacar a la superficie cosas que nos preocupan. Pero bueno… imagínense un árbol. Ese árbol tiene hojas, de las cuales unas están empezando a cambiar de color, quizás comienzan a caerse. El árbol no tiene buena pinta. Podemos imaginar a un jardinero que intenta cuidar a cada hoja para que vuelva a florecer. Quizás tratando cada una de las hojas con un cuidado particular, podemos imaginar que algunas regresan a la vida. Pero mientras se cuidan a esas, otras se deterioran. El proceso no tiene fin. Eso es el psicoanálisis. Otro jardinero, más experimentado, trataría el problema desde su origen, y regaría sus raíces. El árbol estará entonces regenerado y todas la hojas podrían volver a florecer juntas. Esto es la meditación transcendental. Toca el punto más profundo.

Sería un desafío tocar en vivo. Quién sabe… Lo que respeto de los grandes músicos es que son capaces de subirse al escenario noche tras noche, y estar a la altura, ser precisos. Eso es tener un talento verdadero, que no estoy seguro de poseer.
Cuando pensás en tu obra cinematográfica, ¿qué es lo que te pone más orgulloso?
Me gusta decir que mis películas son como mis hijos, y que no hay manera de elegir cuál es mi favorito. Sin embargo, hay uno que me preocupa mucho: Dune. ¡Es el que más me atormenta!
¿Tal vez porque es más hijo del productor Dino de Laurentiis que tuyo?
Sí, así es. No tenía el final cut, y la película no corresponde a lo que quería hacer. Fue una gran lección. Lo peor es que yo estaba convencido desde el principio que esta superproducción me iba a dejar un gusto amargo, pero quise comprobarlo y efectivamente así fue. Entendí que a partir de entonces sólo aceptaría proyectos donde tendría el control de todo, nunca más me iba a dejar tratar como una marioneta.
¿Cuándo crees que encontrarás una idea para una nueva película?
No sé. Recibo muchas propuestas de mi entorno, un poco como cuando uno sale de un divorcio y sus mejores amigos quieren llevarlo a visitar a todas las solteras que conocen. “Ya vas a ver, ésta es perfecta para vos…”. Pero no pasa nada, no hay chispa, no hay encuentro. Mejor saber esperar la buena ocasión que forzarse. Forzarlo sólo traería una nueva desilusión.
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David Lynch
Crazy Clown Time
(Play It Again)
Por Stéphane Deschamps
Fuente: Inrockuptibles
Más información: http://www.losinrocks.com

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