sábado, 18 de febrero de 2012

HOMENAJE A VIOLETA PARRA (Varios)

 

Chile color Violeta

"Tu madre se suicidó". Eso le dijo un amigo, "con cariño y firmeza", a Ángel Parra, el 5 de febrero de 1967. Eran las tres de la tarde. Y el hijo mayor de Violeta Parra, entonces veinteañero, se encontraba a 200 kilómetros de la carpa en la que su madre había acabado con su vida de un balazo, una hora antes. Así lo recuerda en su libro Violeta se fue a los cielos , en el que también cuenta que no hubo presentimientos ni avisos mágicos. Sólo un frío interior que se apoderó de él, a pesar del intenso verano santiaguino.
Han pasado 45 años desde esa tarde decisiva y Violeta Parra recién comienza a ocupar el lugar que le corresponde en la historia chilena. El libro de su hijo inspiró la película homónima de Andrés Wood, que ha dado la vuelta al mundo. Y en los últimos años se le han rendido una serie de homenajes.
A mediados de este año, verá finalmente la luz un proyecto que comenzó a gestarse en 2004: el Museo Violeta Parra. Ubicado en la transitada Avenida Vicuña Mackenna y tras una fallida programación en otro lugar, es fruto de la insistencia de Isabel Parra, que se ha dedicado a rescatar y mantener vivo el legado de su madre a través de la fundación que lleva su nombre.
Se trata de una construcción de dos pisos, de 1300 metros cuadros, con una impronta rústica: una fachada de vidrio doble, cuyos paneles están separados por un enorme tejido de mimbre, a tono con la austeridad y sencillez que caracterizaron a la cantautora, poeta, pintora, arpillista, bordadora y ceramista chilena.
"El edificio es lúdico, luminoso, sencillo, pero complejo en la geometría. Todo eso era parte de la Violeta. Su poesía, su canto y su música, que eran muy limpios, correspondían a una depuración muy elaborada desde el interior -dice Cristian Undurraga, arquitecto a cargo de la propuesta-. Es muy gratificante participar de un tributo que le hace justicia a una de los artistas más grandes que ha tenido este país."
Ciertamente, Violeta no sólo ha sido una las chilenas más grandes, sino la más universal, con un cancionero que han interpretado desde Víctor Jara hasta Pedro Aznar, y que incluye temas como: "Al centro de la injusticia", "Corazón maldito", "Maldigo del alto cielo", "Arauco tiene una pena", "La jardinera", "Modérnica Mazúrquica", "Arriba quemando el sol", "Casamiento de negros", "La carta", "Qué dirá el Santo Padre", "Volver a los 17" y "Gracias a la vida".


Infancia y arañones
Nacida el 4 de octubre de 1917 en el sur de Chile (San Carlos, Octava Región), conoció desde siempre la pobreza y otras miserias. Por eso decía que estaba hecha de "fierro muy duro" y que poseía una voluntad inquebrantable. "La suerte mía fatal/ No es cosa nueva señores/ Me he dado sus arañones/ Desde chica sin piedad?", escribió en Décimas. Autobiografía en verso (1958), donde enumeró todos los males que contrajo, hasta los tres años. Entre otros, la alfombrilla, el sarampión y la viruela. Esta última la tuvo al borde de la muerte y le dejó huellas indelebles en el rostro (al que llamaba "mi cara fea").
Si bien su complexión era débil, Violeta poseía un carácter fuerte, explosivo y dominante. Se crió junto a ocho hermanos y dos medio hermanos, con los que jugaba en el vecino río Ñuble y en los aserraderos y barracas aledañas.
Su padre era un maestro de música de escuela primaria, aficionado a la bebida, y su madre, una costurera que cantaba canciones campesinas, mientras trabajaba con su máquina de coser. Como el papá de Violeta (considerado el mejor folklorista de la zona) no quería que sus hijos cantaran, guardaba su guitarra escondida. Sin embargo, la avispada niña no tardó en descubrir la llave en el cajón de la máquina materna. "Me había fijado cómo él hacía las posturas y aunque la guitarra era demasiado grande para mí y tenía que apoyarla en el suelo, comencé a cantar despacito las canciones que escuchaba a los grandes. Un día que mi madre me oyó no podía creer que fuera yo", relató la cantautora en una entrevista de 1958.
Tenía nueve años cuando escribió su primera canción, dedicada a su muñeca de trapo, y desde entonces comenzó a componer y a escribir versos. A los doce, era un pequeño prodigio que les ponía música a los versos de su hermano Nicanor (el "antipoeta" recientemente galardonado con el Premio Cervantes). También reproducía música de las vitrolas y de unas parientas lejanas, las Hermanas Aguilera, que cantaban repertorios propios.
En 1927, Violeta y su familia se trasladaron a una ciudad más grande, Chillán. Allí la niña terminó la primaria y cursó el primer año en la escuela normal. Cuando su padre enfermó gravemente, ella abandonó sus estudios para trabajar en el campo.
Su madre, Clarisa Sandoval ("una artista", según Violeta, porque le hacía vestidos con los pedacitos de tela que guardaba), además de coser, lavaba y vendía para otros. Pero sus esfuerzos no alcanzaban para mantener a la familia. Conscientes de las penurias cotidianas, "Viola" (como la llamaban en la intimidad) y sus hermanos, que también mostraban inclinación artística, comenzaron a cantar públicamente. Primero en la calle, por verduras y frutas. Luego, por dinero, en restaurantes, posadas, circos, trenes e incluso en burdeles. De esa prole numerosa que andaba sin zapatos, además de Violeta y Nicanor, se destacarían los cantautores y folkloristas Roberto (autor de La Negra Ester , uno de los musicales más importantes del teatro chileno) y Eduardo ("el tío Lalo").


Nace una artista
"Si no fuera por Nicanor, no habría Violeta Parra." Eso acostumbraba a decir la artista. Fue su hermano, tres años mayor, quien la convenció de marcharse a Santiago cuando murió el padre, en 1932. Años después, también la estimularía a encontrar su propia voz como autora y compositora. En la capital chilena, mientras Nicanor estudiaba y trabajaba como inspector del internado Barros Arana, ella se instaló en casa de unos parientes y retomó sus estudios. Pero pronto los abandonó, porque lo que realmente le interesaba era el canto.
Determinada como era, tomó su guitarra e incursionó en bares, "quintas de recreo" (lugares de diversión familiar y baile en público) y salas pequeñas, con sevillanas, pasodobles y farrucas. Durante la década siguiente sumaría a su repertorio boleros, cuecas, corridos y valses de su propia autoría. Cuando el resto de su parentela se mudó a Santiago, Violeta formó un dúo con su hermana Hilda: las Hermanas Parra. Solían presentarse en tabernas del popular barrio Mapocho. También editaron algunos discos con el sello RCA Victor, hasta que la formación se disolvió, en 1953.
En esas andanzas bohemias Violeta conoció a su primer marido: Luis Cereceda, un maquinista ferroviario y militante comunista con quien tuvo a sus hijos Ángel e Isabel. Diez años duró el matrimonio, en medio de mudanzas entre Santiago y Valparaíso. La cantautora, que entonces se hacía llamar "Violeta de Mayo", era una atípica ama da casa, que iba de puerto en puerto, cantaba en las radios y hasta participaba en un grupo de teatro que hacía giras por todo el país. En 1949, al año siguiente de su ruptura, se casó en segundas nupcias con Luis Arce, tapicero y aficionado al billar. Tuvieron dos hijas, Carmen Luisa, ese mismo año, y Rosita Clara, en 1952.
Fue durante esa década cuando Parra encontró un camino propio. Grabó los exitosos sencillos "Casamiento de negros" y "Qué pena siente el alma". Tuvo un programa ( Canta Violeta Parra ) en Radio Chilena y ganó el Premio Caupolicán a la folklorista del año (1954). Paralelamente, se entregó a una ambiciosa tarea de recopilación folklórica: durante 15 años recorrió los diferentes barrios de Santiago y también el norte, centro y sur del país, para rescatar la música tradicional chilena. Primero, provista sólo de lápiz y papel y luego, con un grabador Philips que compró en Europa.
De esa infatigable tarea salieron más de tres mil temas, reunidos en el libro Cantos folklóricos chilenos , y sus primeros discos como solista, que editó EMI Odeón, con canciones tradicionales del campo chileno. Su travesía le permitió descubrir los valores de la identidad nacional como nadie lo había hecho antes, y reinterpretarlos en su propio trabajo. Pese a ello, era una mujer incomprendida.
Chile es un país ingrato con sus artistas. Lo supo Gabriela Mistral, que sufrió el desdén de la intelectualidad de mediados del siglo XX, por sus orígenes campechanos, y recibió el Nobel antes que el Premio Nacional de Literatura. Así lo vivió también la propia Violeta, quien se sentía más apreciada en el extranjero y vivió en París, en dos períodos. (En la Argentina estuvo en 1961. Acá cantó en peñas, expuso sus pinturas, se presentó en la TV y dio recitales en el Teatro IFT).
Como Parra encarnaba lo popular, opuesto a la cultura oficialista y elitista, el establishment no la quería. Sus colegas tampoco. ¿De qué se las daba esa mujer de orígenes humildes, hablar directo y aspecto desaliñado? A la salida de un programa radial, un músico llegó a acusarla de haberse robado la tonada "La jardinera". No creía que fuera suya. Cosas como ésa la desalentaban.
"Tu dolor es un círculo infinito/ Que no comienza ni termina nunca/ Pero tú te sobrepones a todo/ Viola admirable?" Así la describió su hermano Nicanor en su conocido poema "Defensa de Violeta" (1960). "Pero los secretarios no te quieren?/ Porque tú no te vistes de payaso/ Porque tú no te compras ni te vendes/ Porque hablas la lengua de la tierra/ Viola chilensis. ¡Porque tú los aclaras en el acto!"
Gracias a que la invitaron a un festival juvenil en Polonia a mediados de los años 50, Violeta visitó la Unión Soviética y otros países de Europa. En París grabó sus primeros long plays ( Guitare et Chant: chants et danses du Chili , 1956), y una serie de canciones tomadas del folklore chileno que saldrían, luego, en diferentes compilaciones. El éxito que obtuvo era inédito para cualquier artista chileno. Pero esa alegría se empañó con la muerte de su hija Rosita Clara.
Si bien no volvió a Chile inmediatamente, en una de las cartas de 1965, que le escribió a Nicanor antes de dejar París por segunda vez, se refirió a ese episodio, que la había marcado. "Claro que vuelvo con todos mis brotecitos al hombro", le decía. Y agregaba: "Maldita madre sería si los dejara tan solos, ya ves lo que me pasó el año 58, falta una flor en el ramo?".
Instalada otra vez en Chile, a fines de la década del 50, se dedicó a crear copiosamente. Y se reveló como cantante preocupada por los temas sociales, con letras comprometidas. "Yo canto la diferencia/ que hay de lo cierto a lo falso/ de lo contrario no canto", declaraba en su tema "Yo canto la diferencia". Sin ser militante política, escribía letras que denunciaban las injusticias de su época, y que tienen resonancia hasta hoy.
Por entonces, también fundó el Museo Nacional del Arte Folklórico Chileno, dependiente de la Universidad de Concepción. Y dio cursos de folklore y recitales en diferentes universidades. Además, su labor artística se diversificó: comenzó a trabajar en cerámicas y a hacer pinturas al óleo.
Debido a una hepatitis cayó en cama. Y como no podía estarse quieta, probó con la tapicería. ¿El resultado? Sus arpilleras, verdaderas explosiones de color que bordaba con lo que tuviera a mano (ya que el dinero le era escaso) y que también eran una forma de protesta. En La rebelión de los campesinos , por ejemplo, plasmó la indignación que le provocaba que los trabajadores (como su abuelo materno) dejaran el alma en el campo, a cambio de lo poco que ganaban.


Qué pena siente el alma
Un 4 de octubre, para un cumpleaños de la artista chilena, llegó a su puerta Gilbert Favre, musicólogo, pintor y carpintero suizo, que se convertiría en el gran amor de su vida. El "gringo", como lo apodaban, era 19 años menor y estaba realizando un recorrido por Chile. En su libro, Ángel Parra, que los presentó, dice que él y su madre "eran dos seres que se andaban buscando". La conexión fue inmediata. Y duró cinco años.
Favre era suave y tosco a la vez. Encontró en Violeta a "una mujer fuerte, creativa, enamorada de su trabajo, libre como el viento". Una mujer apasionada y posesiva, que también conocía la ternura. "Yo soy un pajarito que puedo subirme en el hombro de cada ser humano, y cantarle y trinarle con las alitas abiertas, cerca. muy cerca de su alma?", le escribía ella en una de las cartas que aún se conservan. Mientras Violeta se dedicaba a su trabajo, Favre hacía los bastidores de sus cuadros y mantenía una relación complicada con la música (tocaba el clarinete y la quena). Quería expresarse, pero relegaba su propia búsqueda, aunque lo hacía de buen grado.
En 1964 Violeta Parra se convirtió en la primera latinoamericana que expuso en el Museo del Louvre. En esa época también surgieron canciones combativas, como "Qué dirá el Santo Padre", "Arauco tiene una pena" y "Según el favor del viento". Serían los cimientos de la Nueva Canción Chilena, corriente musical que abrazaron sus hijos Ángel e Isabel, otros artistas como Víctor Jara, Rolando Alarcón, Patricio Manns y grupos como Inti-Illimani, Quilapayún e Illapu.
En 1965, de regreso en Chile, Violeta se instaló en la comuna de La Reina, entonces ubicada en los límites de Santiago, con una carpa grande y vistosa, y la idea de convertirla en un centro de cultura folklórica. Pero no obtuvo la respuesta que quería. La distancia no ayudaba y el público no la apoyó. Sus vecinos tampoco. Se quejaban constantemente del ruido, aunque no hubieran puesto un pie allí.
En una entrevista que había dado en Suiza aquel año, le preguntaron qué medio elegiría de todos los que utilizaba para expresarse. Ella respondió: "Elegiría quedarme con la gente. Son ellos quienes me impulsan a hacer todas estas cosas". La indiferencia del público chileno fue uno de los factores que desencadenaron su muerte. Paradójicamente, el día que murió, miles de personas llegaron hasta su carpa a rendirle tributo? Ya no les quedaba demasiado lejos.
Trabajadora como era, nunca dudó de lo que hacía. Sabía que era una artista única en su tipo: sin formación académica pero dueña de sus propios sonidos. Una compositora notable, que antes de morir elaboró música culta para guitarra, a la que llamó "Anticuecas", y que estaba en la cima de su carrera.
De su tormentosa relación con Gilbert surgieron canciones como "Corazón maldito", "El gavilán", "Qué he sacado con quererte" y "Run Run se fue pa'l norte", entre otras. Pero no pudo retenerlo con canciones. A él se le acabó el amor. Y Viola quedó vulnerable. Sola en una inmensa carpa, donde trabajaba desde la mañana hasta la madrugada, ya fuera en la cocina (haciendo empanadas y anticuchos, y preparando mistelas) o sobre el escenario.
Después de la separación, el "gringo", que fumaba como chino, se fue a Bolivia, donde fundó el conocido grupo Los Jairas, y se casó con otra. "Mi madre no lo retuvo. Al contrario, lo estimuló. La relación estaba mustia, fatigada, lo fue a visitar, convencida de que no habría vuelta atrás. Lo conversamos sin lágrimas de su parte", relata Ángel en su libro. De todos modos, las letras de Violeta dolían por todos lados: "Run-Run se fue pa'l Norte/ yo me quedé en el Sur, al medio hay un abismo/ sin música ni luz". A la vuelta de su viaje se llevó consigo grupos bolivianos que se presentaban en la carpa. A sus hijos, los visitaba cada día. Y en casa de Isabel disfrutaba de escuchar a los Beatles.
Internamente, no daba más. En "Run Run" había escrito "que la vida es mentira, que la muerte es verdad". Estaba desencantada. Y había intentado varias veces acabar con su vida. Hasta que, como dice su hijo Ángel, ese 5 de febrero, el balazo fue el "drástico fin de todos sus tormentos. Drástico. Como le gustaban las cosas a ella".

UN MUSEO CON JARDINERA

A comienzos de 2011 comenzó a construirse, en Santiago de Chile, el Museo Violeta Parra. El edificio constra de dos pisos y tiene formas curvas. Está ubicado a una cuadra de Plaza Italia, punto neurálgico de expresión popular chilena.
Se trata de un proyecto largamente acariciado por la Fundación Violeta Parra que, originalmente, iba a instalarse en otra construcción, frente al Museo de Bellas Artes. El proyecto está a cargo de Undurraga Devés Arquitectos, firma responsable de otras galerías santiaguinas, como el Centro Cultural Palacio La Moneda (CCPLM) y el Museo de Artes Visuales (Mavi).
El museo se extiende en forma longitudinal entre dos calles: Vicuña Mackenna y Corvalán Melgarejo. La entrada, situada en el centro del edificio, da sobre un pasaje peatonal que separará el museo del Consulado Argentino en Chile. "Queremos que sea una calle singular, con un ritmo especial. No un atajo ni un atravieso", comenta Cristián Undurraga, socio fundador del estudio.
La construcción de hormigón visto contará con dos salas de exposiciones en un extremo y, en el otro, un pequeño auditorio. También con una sala de restauración y otra de proyección (con material sobre la vida y obra de Violeta). Los espacios son blancos, para que resalten, por ejemplo, los colores de las arpilleras (que hasta ahora, sólo podían verse en una muestra permanente en el centro de La Moneda. Desde el interior, también se filtrará la luz que entre por la fachada, a través de dos paneles de vidrio que estarán separados por 500 metros cuadrados de mimbre.
El patio tendrá un lugar destacado, con un jardín de flores. Éste contará con "púas" de una parra original que se conserva en la casa de la artista en La Reina (no en la carpa, que se quemó). "Violeta amaba las flores y era celosa de su conservación. En su canción 'La jardinera' nombra una serie de plantas que, seguramente, van a estar presentes acá", comenta Undurraga.
Un dato curioso es que sobre el terreno que se levanta la construcción funcionó durante cinco años la carpa del Gran Circo Teatro, compañía que ha llevado a las tablas por más de 20 años la obra La negra Ester, de Roberto Parra, hermano de Violeta.
El estudio de Undurraga también se encargará de diseñar el Centro Cultural Argentino, que estará enfrentado al museo de Violeta. Ambos se sumarán a un sector rodeado de otros edificios culturales, como la Galería Gabriela Mistral (GAM), y del histórico barrio Lastarria, así como de un puñado de sedes universitarias.

 


Los devotos de Violeta

 

Jorge Coulon (INti-illimani)
"En el caso de Violeta Parra, vigencia e importancia son palabras que pueden intercambiarse: su vigencia se explica por su importancia y viceversa. Si sus canciones se hubieran escrito ayer, tendrían, literaria y musicalmente, la misma actualidad y calidad, pero fueron escritas hace casi medio siglo. Eso, que es muy difícil en el arte, es el secreto no revelado de los genios... Más que en la temática social, la revolución copernicana de Violeta está en haber dado, a la frágil estructura de una canción, la fuerza de un acorazado poético, haber llevado esa sutil forma a una efectividad tal que la trasformó en objetos atemporales, incorruptibles por el tiempo y el progreso. Muchas buenas canciones de su tiempo son hoy apreciables objetos de museo. Sus canciones, incluso en sus versiones originales, siguen siendo una bofetada, un golpe al mentón, una provocación del alma y la inteligencia permanentemente actual. Hay científicos trabajando para reproducir la resistencia de la tela de una araña...la tela de Violeta aún está dando que pensar. Para mí, el álbum más importante es Las últimas composiciones , su testamento y su propuesta para el siglo XXI. Elegir de allí una canción es casi imposible, se trata de pilares fundamentales de todo lo que somos musicalmente los chilenos."

Los Jaivas
"La importancia de Violeta Parra en la música chilena reside en que se trata de una voz auténticamente nacional y de verdadero espíritu. Es una guía fundamental para la identidad y el alma chilenas. Se podría hablar de un antes y un después de Violeta. Su poesía es generadora de inspiración y ejemplo para las futuras generaciones. Cantautora ejemplar, escribe la historia de la música chilena marcándola a fuego y deja una huella imborrable, que permanecerá arraigada eternamente en la cultura de nuestro país. Hay muchas canciones que pueden ser escogidas por su importancia. El álbum Las últimas composiciones , por su depurada producción y sus hermosísimas canciones, puede ponerse en un sitial preponderante. "El gavilán" es desgarradora y hay en su estructura elementos revolucionarios, no sólo para el folklore sino también para la música moderna en general. Nuestro grupo interpretó once canciones suyas (en Obras de Violeta Parra ). De estos temas, elegimos "El gavilán", que nosotros hacemos de manera instrumental."

Víctor Heredia
"Violeta tiene una enorme importancia en el continente y aún más allá de sus fronteras, porque es, junto con Neruda y Nicanor Parra, poeta trascendental de Chile, la voz que expresa un sentimiento popular fidedigno y de increíble estatura lírica. Sus décimas se inscriben entre lo mejor de la poesía latinoamericana. Si tuviera que elegir una canción de Violeta sería la que Mercedes Sosa llevó como estandarte por Europa y toda América como muestra del talento de la chilena: Gracias a la vida'."

 

Violeta reencontrada

 

En 2008, la edición chilena de la revista Rolling Stone eligió Las últimas composiciones como el mejor álbum chileno de todos los tiempos. Parra grabó esta placa, que contiene himnos como "Gracias a la vida" y "Volver a los 17", junto con sus hijos y el músico uruguayo Alberto Zapicán. Su álbum póstumo, Canciones reencontradas en París (editado originalmente en 1971), también es muy apreciado.
De los numerosos artistas de América y el mundo que han interpretado su obra se destacan los discos: Obras de Violeta Parra (1984), de Los Jaivas; Canto para una semilla (1978), de Inti-Illimani (grupo que también grabó diferentes canciones individuales de la artista) y Homenaje a Violeta Parra (1971), de Mercedes Sosa. Sus hijos Ángel e Isabel también se apropiaron de su repertorio y su nieto, Ángel Parra (Orrego), influyente guitarrista y nombre ineludible de la nueva generación Parra, sacó un disco con las "anticuecas", en 1994. Por su parte, Tita Parra, nieta de Violeta, lanzó una continuación de su trabajo de "décimas", llamado Centésimas del alma (1998).
A comienzos de 2011 comenzó a construirse, en Santiago de Chile, el Museo Violeta Parra. El edificio constra de dos pisos y tiene formas curvas. Está ubicado a una cuadra de Plaza Italia, punto neurálgico de expresión popular chilena.
Se trata de un proyecto largamente acariciado por la Fundación Violeta Parra que, originalmente, iba a instalarse en otra construcción, frente al Museo de Bellas Artes. El proyecto está a cargo de Undurraga Devés Arquitectos, firma responsable de otras galerías santiaguinas, como el Centro Cultural Palacio La Moneda (CCPLM) y el Museo de Artes Visuales (Mavi).
El museo se extiende en forma longitudinal entre dos calles: Vicuña Mackenna y Corvalán Melgarejo. La entrada, situada en el centro del edificio, da sobre un pasaje peatonal que separará el museo del Consulado Argentino en Chile. "Queremos que sea una calle singular, con un ritmo especial. No un atajo ni un atravieso", comenta Cristián Undurraga, socio fundador del estudio.
La construcción de hormigón visto contará con dos salas de exposiciones en un extremo y, en el otro, un pequeño auditorio. También con una sala de restauración y otra de proyección (con material sobre la vida y obra de Violeta). Los espacios son blancos, para que resalten, por ejemplo, los colores de las arpilleras (que hasta ahora, sólo podían verse en una muestra permanente en el centro de La Moneda. Desde el interior, también se filtrará la luz que entre por la fachada, a través de dos paneles de vidrio que estarán separados por 500 metros cuadrados de mimbre.
El patio tendrá un lugar destacado, con un jardín de flores. Éste contará con "púas" de una parra original que se conserva en la casa de la artista en La Reina (no en la carpa, que se quemó). "Violeta amaba las flores y era celosa de su conservación. En su canción La jardinera' nombra una serie de plantas que, seguramente, van a estar presentes acá", comenta Undurraga.
Un dato curioso es que sobre el terreno que se levanta la construcción funcionó durante cinco años la carpa del Gran Circo Teatro, compañía que ha llevado a las tablas por más de 20 años la obra La negra Ester, de Roberto Parra, hermano de Violeta.
El estudio de Undurraga también se encargará de diseñar el Centro Cultural Argentino, que estará enfrentado al museo de Violeta. Ambos se sumarán a un sector rodeado de otros edificios culturales, como la Galería Gabriela Mistral (GAM), y del histórico barrio Lastarria, así como de un puñado de sedes universitarias.

Por Francia Fernández 
Fuente: ADN
Más información: www.lanacion.com.ar

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“Es un viaje interior por el mundo de Violeta Parra”


Hacer una biopic sobre una figura de trascendencia siempre tiene sus riesgos. El cineasta chileno Andrés Wood lo tenía muy claro, pero como el que no arriesga no gana, decidió animarse con una biografía no convencional sobre la cantautora Violeta Parra, figura fundamental de la música popular chilena. Como Wood prefería un recorrido más emocional que informativo, Violeta se fue a los cielos es ante todo una exploración por el universo interior de la autora de “Gracias a la vida” que, paradójicamemte, se terminó suicidando a los 49 años. A través de un complejo trabajo de ingeniería cinematográfica, Wood elaboró una estructura narrativa que no es lineal ni sigue un orden cronológico, pero que refleja muy bien el sufrido mundo espiritual de Violeta: torturado, contradictorio, pero a la vez combativo y, por sobre todo, inmensamente creativo.
Mostrarla en distintas facetas, más allá de las conocidas, es uno de los grandes méritos del film. Que la película haya sido un éxito en su país se debe también a la notable interpretación que hace Francisca Gavilán, una actriz chilena desconocida por los argentinos, pero que se compenetró tanto con el personaje que hasta ella misma interpreta las canciones que se escuchan en la película. Y pronto, después de los riesgos, llegaron los reconocimientos: el sábado pasado Violeta se fue a los cielos ganó el galardón más importante del prestigioso Festival de Sundance (denominado Gran Premio Internacional del Jurado) y el domingo 19 de este mes competirá por un Goya a la Mejor Película Iberoamericana, categoría en la que también está nominada la argentina Un cuento chino, dirigida por Sebastián Borensztein y protagonizada por Ricardo Darín. Mientras tanto, Violeta... sigue en cartel, y en Buenos Aires puede verse en el Espacio Incaa Arte Cinema (Salta 1620) y en los Arteplex Centro (Corrientes 1145) y Belgrano (Cabildo 2829).
Wood reconoce que haber ganado en Sundance es “una gran felicidad”. Y lo argumenta de la siguiente manera: “Es saber que la película se lee en otras partes. Una duda que teníamos desde siempre era si la película iba a traspasar algunas fronteras. Ya nos pareció muy buena la aceptación que tuvo en la Argentina, aunque allí también hay un conocimiento importante de Violeta. Y esto es la confirmación de que la película puede verse en muchas otras partes”. Wood también le encuentra la ventaja comercial que el premio implica porque “es un espaldarazo para que justamente la película tenga una mayor distribución”.
A la hora de hacer pronósticos sobre el Goya –su película es una de las firmes candidatas a alzarse con el galardón que otorga la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España–, Wood es cauto. “La competencia entre películas es tan difícil... Hay tantos factores de suerte, ¿cómo se comparan dos películas? Yo siempre he sido un poco escéptico, pese a que es muy genial ganar y que te ayude a que la película se vea, y luego a hacer otra. Pero del Goya no sé mucho, no se ha mostrado la película allá. Creo que la argentina corre con más ventajas porque se estrenó en España, con Darín, y tuvo éxito. Y la mexicana Miss Bala, de Gerardo Naranjo, tuvo también una campaña importante. Entonces, no sé”, señala Wood con una gran franqueza.

–¿Qué cree que gusta de Violeta se fue a los cielos en el exterior?
–A mí me gustaría que gustara el viaje emocional. En Sundance, donde estuve los primeros días pero no en el final, un señor me decía: “Claro, yo no conocía a Violeta Parra. Me parece genial la dimensión de artista. Pero finalmente yo vi a muchas mujeres que sí conozco en ese personaje. Y eso me atrajo mucho”. Yo creo que el viaje emocional que tuvo la gente en la Argentina, y particularmente en Chile, me alcanzaría que lo viera también el resto. Hay una cosa que gusta pero ya es más técnica: la estructura de la película. Atrae que finalmente uno sigue, pese a que por momentos uno está perdido y no sabe muy bien para dónde va. Pero la película tiene algo que encanta y que te permite como espectador aceptar eso e involucrarte emocionalmente.

–¿Qué significó Violeta Parra en su vida? ¿De qué manera lo acompañó?
–A mí me acompañó desde más grande. Yo vengo de una familia que no necesariamente escuchó a Violeta Parra. Era un momento en que no se enseñaba sobre ella en el colegio por el tema de la dictadura militar. La reencontré de adolescente y tampoco fue un amor a primera vista. Pero una vez que uno “entra” con ella se va impresionando y, a la vez, emocionando con su trabajo muy fuertemente. Y desde ahí, me ha acompañado. Es parte, sin duda, de mi experiencia, más que con el arte con mi relación con Chile, que obviamente está atravesada por la manera de pensar de Violeta Parra.

–¿Cree que fue una artista subestimada en vida?
–Yo creo que sí, su grandeza fue subestimada. Fue reconocida por algunas personas, pero fue subestimada en vida, y también después. Incluso, aquí mismo en Chile se desconoce su dimensión de artista, sin duda. Y la película ha ayudado a conocerla un poco más.

–¿Y a qué atribuye ese desconocimiento?
–A un estado cultural del país. Finalmente, estamos con los ojos mirando mucho hacia afuera. Nos gusta vernos más en espejos externos que internos. También lo atribuyo a la dictadura, que afectó culturalmente este país en forma fundamental. Muchos sectores de poder están en contra de la posición política de Violeta Parra. Lo atribuyo a muchos factores.

–¿Era alguien que ante todo amaba la libertad?
–Violeta era alguien muy libre, presa seguramente de algunas cosas internas: de sus tormentos, de sus obsesiones. Era muy libre y tenía muchas expectativas de la gente y de sí misma. Pero como artista y como ser humano era un personaje muy libre.

–Teniendo en cuenta que fue una mujer combativa y comunista, ¿cómo repercutió el film en el Chile actual gobernado por la derecha? ¿Provocó discusiones?
–Una de las críticas fue que la película no tomaba en cuenta su dimensión política. Algunas personas pensaron eso y yo estoy totalmente en desacuerdo con esa crítica, porque justamente Violeta era muy libre, no era alguien de seguir órdenes de un partido. Y si se quería ver eso en la película, a mí no me atraía mucho porque Violeta es mucho más que eso. Sí tenía un contenido político. Y su manera de relacionarse con su arte era totalmente política. Ella creaba a partir de la visión interna, de la visión de su pueblo. Se sentía un instrumento de transmisión de esa cultura. Entonces, ¿qué más político que eso? Así que, ¿cómo reaccionó Chile? Coincidió también con un movimiento estudiantil y ciudadano muy potente que, de alguna manera, tenía como emblema –aunque no el único– el espíritu irreverente de Violeta Parra. Entonces, yo no sé si la película satisfizo esas expectativas, pero sí fue parte de eso.

–A juzgar por el hecho de que Violeta se fue a los cielos fue la preseleccionada por Chile para competir por una candidatura al Oscar a Mejor Película Extranjera, y por la cantidad de público que asistió a verla, puede asegurarse que el film gustó en su país. ¿Qué impresión le quedó a usted?
–Curiosamente, la película tuvo una crítica más unánime en la Argentina que en otros países. Pero sí gustó mucho a nivel de público, porque fue una película que sin ser tan fácil y de la que los exhibidores tenían muchas dudas, logró mantenerse y llevar mucho público para los estándares chilenos. Entonces, el gran premio es que haya sido recibida así en Chile.

–¿Hasta qué punto piensa que su película modificó la imagen que se tenía en Chile de Violeta Parra?
–Al mostrar las dimensiones de Violeta Parra, yo creo que, sin duda, uno está yendo contra su imagen estereotipada. Esa es como la primera capa de las cosas. También tratamos de crear un propio imaginario de Violeta. La película no recrea un imaginario común de ella ni los lugares comunes, ni las actividades comunes que se supone que hizo. También parte importante del trabajo de la película fue renovar ese imaginario.

–¿Y cree, entonces, que la película ha resultado reveladora en más de un aspecto para quienes sólo conocen la vida artística de Violeta Parra?
–Es una película que insinúa, que tú tienes que llenar con tu propia Violeta o con tus propias mujeres. Y sí, provoca una inquietud por saber un poco más de Violeta. Eso se ha logrado y basta ver que se han vendido muchísimos más discos, libros, que hubo muchos conciertos de música de Violeta Parra. La película provocó una necesidad de ir a visitarla nuevamente.

–Este es su sexto largometraje, pero el primero que se inspira en un ícono real, con una imagen pública muy potente. ¿Qué cambió a la hora de trabajar teniendo en cuenta que Violeta Parra existió?
–Fue de las mayores dificultades que enfrentamos. Yo trabajaba con el contexto histórico, pero no con una persona importante de ese contexto. Y quizá por eso mismo, minimizamos el contexto histórico y creció la persona en la película. Pero fue un desafío muy importante para nosotros. Y encuentro muy difícil al biopic como formato, aunque éste no sea tan tradicional. Pero yo lo encuentro muy difícil porque finalmente era una visión personal de un ser humano. Entonces, se presta a muchas cosas y también tiene sus limitaciones que tienen que ver con un ser que vivió, que existió y que merece respeto y muchas cosas que en un personaje imaginario da lo mismo.

–¿Por qué decidió basarse en el libro de uno de los hijos de Violeta, Angel Parra?
–Porque nos dio una clave: esa libertad de moverse, de segmento, de hacer un relato no tan lineal. Eso nos dio una llave sobre cómo afrontarla, independientemente de que es una adaptación muy libre del libro. Pero nos dio esta clave para el guión.

–Si bien el film se titula igual que el libro, ¿cuáles son las principales diferencias?
–La principal es que el libro es el punto de vista de Angel y la película es el punto de vista de Violeta. Hay muchos segmentos que no aparecen en el libro y hay otros que no aparecen en la película. Pero se respira un aire fundamental de una cierta mirada que se parecen.

–¿Por qué planteó la estructura narrativa como una especie de puzzle temporal y espacial?
–Querer abarcar entera a Violeta me parecía inabordable en una película. Y la manera quizá más fácil de moverse y saltar de lado a lado y de dejar cosas afuera (que para mucha gente pueden ser muy importantes) era desarticularla espacial y temporalmente. Pero, a la vez, también nos pasó que en algunas partes queríamos meternos en el mundo interno de Violeta. Y ese espacio creativo o narrativo tenía que ser muy libre para moverse dentro.

–¿Cómo se resume una vida tan intensa en poco menos de dos horas de edición?
–Mal (risas). Dejas muchas cosas fundamentales afuera y esperas que la gente vaya a otras fuentes.

–Usted señaló en una entrevista que la película “más que un viaje biográfico es un viaje emocional”. ¿Esa fue una premisa desde el inicio?
–Sí, totalmente, porque la lucha mía como director y como coescritor era que finalmente esta estructura tan cerebral no destruyera el viaje emocional. Es decir, que no fuera un tratado o una tesis sobre Violeta Parra sino que fuera un viaje interno por el mundo de Violeta Parra. Y eso, para mi gusto, se cumplió y estoy muy contento, porque estructuras tan fragmentadas hacen que uno como espectador use mucho la cabeza. Pero curiosamente, en Violeta... uno se entrega a este viaje. Y yo creo que en eso tienen una parte importante la actriz Francisca Gavilán y la música.

–¿Cómo seleccionó a Francisca Gavilán? ¿Qué buscaba?
–Buscaba que me convenciera algo de ella. Y, curiosamente, me convenció una fragilidad que tenía, una convicción y unas ganas de hacer el personaje también. Todo lo demás fue puro trabajo: prepararse, parecerse, cantar como ella. Es puro talento de la actriz.

–¿Cómo fue ese proceso de composición del personaje entre ambos?
–Muy libre. Fueron más de diez meses donde ella preparaba, me mostraba, yo le corregía, le cambiaba, conversábamos mucho. Ella también trabajó con Angel, el hijo de Violeta, y con otras personas que le enseñaron a cantar, a tocar la guitarra. Fue un trabajo muy rico.

–¿Cómo buscó reflejar la tragedia sin caer en golpes bajos? En ese sentido, resulta impecable la labor de Gavilán, que compone a un personaje torturado, contradictorio, con fantasmas y altibajos, pero que ante todo emociona mucho.
–Sí, este proyecto nace a partir de una admiración, pero no una admiración de un mito, sino de un ser humano que era un genio. Esa fue la clave. Siempre buscamos cómo este ser humano, con muchos defectos, sentía como sentía y creaba como creaba.

Por Oscar Ranzani
Fuente: Página 12
Más información: www.pagina12.com.ar


2 comentarios:

  1. Esta película se puede calificar de una sola forma: MAGISTRAL. Logra emocionar al espectador de tal manera que lo compromete a un viaje sin retorno para investigar mas y mas sobre la vida y obra de esta gran mujer. Felicitaciones sinceras al director y todo su elenco.

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  2. ACABO DE TERMINAR DE VER ESTA PELÍCULA SOBRE ESA GRAN ARTISTA QUE FUE VIOLETA PARRA Y QUE POR MUCHAS RAZONES NO CONOCÍ NI ME INTERESÓ COMO PERSONA, CUANDO YO VIVÍA EN CHILE. AHORA HE VUELTO A MI TIERRA DE LA QUE FALTO DESDE HACE 23 AÑOS, GRACIAS A ESTE FILME QUE ME HA REMOVIDO INTERNAMENTE Y ME HA EMOCIONADO ESCUCHAR Y SABER MÁS DE ELLA.AGRADEZCO SINCERAMENTE A SU HIJO Y AL DIRECTOR DE LA PELÍCULA POR UN TRABAJO QUE NO SOLO EXALTA Y PONE EN EL SITIO QUE SE MERECE A ESTA GRAN CREADORA,SINO QUE DESPIERTA EL AFECTO Y LA EMPATÍA POR ESTA SANCARLINA UNIVERSAL.FELICITACIONES DESDE ESPAÑA.

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