sábado, 23 de junio de 2012

MONNET EN SUDAMÉRICA escribe Alfredo Barnechea (www.caretas.com.pe)


El Ministro de Defensa de Chile, Andrés Allamand, acaba de decir que “ciertos países se declaran amigos pero nos llevan a los tribunales internacionales”.

Es lo que hacen las sociedades civilizadas: recurren a los tribunales cuando tienen diferendos. Por eso es tan importante que esos tribunales sean independientes y sean confiables.
Lo mismo pueden hacer ahora las naciones, con la Corte Internacional de Justicia. Es una de las instituciones del sistema de Naciones Unidas.
Cuando lo conocí, Allamand era una de las promesas de la derecha chilena. Entre 1990 y 1997 fue presidente de Renovación Nacional. Pero era más bien un político centrista, “admirado por muchos de sus adversarios y combatido por muchos de sus aliados”, como rezaba la propaganda de su libro de 1999, “La travesía del desierto”, una memoria de la transición chilena desde el punto de vista de una derecha moderada. Cuando el libro no tenía todavía título definido, y Andrés estaba en una suerte de autoexilio en Washington, después de haber perdido una senaduría frente a Carlos Bombal de la UDI, creo recordar que Andrés me dijo que podía llamarse algo como “El centro improbable” o “la búsqueda del centro”.
¿Por qué este centrista se transforma en un halcón? ¿Presión de su clientela militar, o estrategia para posicionarse como candidato presidencial?
Entre tanto, a miles de kilómetros del Bío-Bío, los electores griegos decidieron quedarse en el euro, al mismo tiempo que el gobierno de España aceptó un rescate europeo llamándolo “préstamo”.
¿Qué relación hay entre estas noticias tan distantes? Quisiera proponer una hipótesis para el futuro.
Más allá del saneamiento de sus bancos, o sus cuentas fiscales, lo que se juega en Europa es algo mucho más integral, que es la misma supervivencia del sueño europeo.
¿Cómo nació este sueño? Su gran inspirador, Jean Monnet, tenía un enfoque gradualista. Al fin y al cabo, venía de una familia de comerciantes de vinos de la zona de Cognac. Curiosamente, los dos más grandes pensadores franceses, Montaigne y Montesquieu, venían de Bordeaux, y comerciaban y pesaban vinos. Todo había que sopesarlo y graduarlo.
Monnet pensó que alemanes y franceses tenían que dejar de matarse e integrarse, pero su idea genial, y conmovedoramente simple como tenía que ser la de un comerciante de vinos, era que había que anudar “intereses”, y que ellos crearían círculos “virtuosos” en lugar de los “viciosos” de todas las guerras del pasado. Propuso entonces una comunidad del carbón y el acero para la zona del Ruhr y aledaños, que se manejaría por una alta autoridad binacional. De esa iniciativa de 1950 fluyeron luego, en 1957, el Mercado Común, luego del Tratado de Roma, la Comisión Europea en 1967, o el Parlamento Europeo en 1979 (cuando hubo las primeras elecciones directas).
¿Por qué no replicar en algún lugar de Sudamérica este enfoque gradualista?
No se ha contado todavía, pero detrás de la iniciativa de Carlos Mesa en 2004, cuando decidió que el gas boliviano saliera por Perú, era que el ducto de transporte fuera básicamente boliviano-peruano, pero que luego pudiera crearse en la costa peruana una gran inversión internacional, que podía ser inicialmente trinacional (involucrando a Chile). Eso crearía uno de esos círculos “virtuosos”, que al cabo de unos años compensarían o superarían los círculos viciosos de nuestros viejos líos de frontera.
Hay muchas iniciativas posibles. La más obvia es por supuesto que Chile necesita gas, esto es electricidad, esto es energía. Que Chile privilegie un terminal de regasificación para traer gas, digamos, de Qatar, en lugar de Argentina o Perú, es un fracaso de la política en el continente.
Asimismo, ¿no hay fuentes geotérmicas en Tacna, que podrían ser aprovechadas por el norte chileno?
Si hubiera un polo abierto en el Pacífico Sur, al que llegaran y del que salieran regularmente grandes banqueros, ¿no se mirarían los problemas llamados “geopolíticos” en una nueva luz al cabo de un tiempo?
Esto es precisamente lo que pensó Monnet y cambió para siempre la faz del viejo continente. Por eso, diez años después de su muerte, que ocurrió siendo ya nonagenario, Mitterrand trasladó sus restos al Panteón, donde descansan junto a los de Voltaire, Rousseau o Víctor Hugo.
Pero en Chile, cuyo ejército tuvo como modelo al ejército prusiano, al parecer, incluso hombres que eran sensatos como Allamand, piensan más en Clausewitz que en Monnet.
Es una lástima. Como es una lástima que mezclen la política exterior para fines políticos domésticos, como posicionar una candidatura.
Cuando era secretario de Estado, Henry Kissinger dijo que el problema de Israel era que no tenía política exterior sino sólo política interior. Gracias sobre todo a la explosión de la alta tecnología, que ha “desenganchado” en buena parte a Israel del vecindario, esto ya no es del todo verdad.
Pero, claro, en Chile no producen alta tecnología sino cobre. (Alfredo Barnechea)






HA MUERTO CARLOS FUENTES por Arturo Fontaine (www.letraslibres.com)


“... Cuando Frida Kahlo entró a su palco en el teatro, todas las distracciones musicales, arquitectónicas y pictóricas quedaron abolidas. El rumor, estruendo y ritmo de las joyas portadas por Frida ahogaron los de la orquesta, pero algo más que el mero sonido nos obligó a todos a mirar hacia arriba...” Fuentes, que está ahí, ve en ella llegando a su palco del Palacio de Bellas Artes a oír Parsifal algo más, quizás una diosa azteca: “... quizás Coatlicue, la madre envuelta en faldas de serpientes, exhibiendo su propio cuerpo lacerado y sus manos ensangrentadas como otras mujeres exhiben sus broches...”

Así pensaba Carlos Fuentes. Pensaba con la imaginación, donde confluyen las razones de la inteligencia y las del corazón. Y le coeur a ses raisons que la raison ne connaît point. Le interesaba lo vivo. Y en el presente descubría vivo un pasado que nos moldea aunque no lo sepamos, y que vuelve. Lo histórico emerge no solo cuando el asunto lo hace evidente, como en La muerte de Artemio Cruz y Terra Nostra, sino en casi todos sus libros, desde La región más transparente hasta los inquietantes relatos de Carolina Grau. A veces lo hizo de manera irónica, como en La voluntad y la fortuna: “Una revisión espectral, lúdica, de la idea de una novela que compite con la historia”, dijo Michael Wood en The New York Times Book Review (4 de febrero de 2011).

No es que haya sido simplemente un poco historiador, y por eso escribió, por ejemplo, El espejo enterrado: como novelista hallaba lo histórico y lo mítico oculto en las capas geológicas más profundas de nuestra psiquis. Fue un desenterrador de esos espejos. Su ensayo sobre Kahlo se cierra con esta inolvidable cita: “A todos les estoy escribiendo con mis ojos.” Tenía ojo de joyero para dar con la línea reveladora. Era un lector voraz y arriesgado.

Mientras Fuentes lee un libro, está releyendo a la vez otros que vistos a través del que tiene en las manos cobran nuevos matices y dimensiones. Una novela nueva cambia las anteriores con las que entra en contacto. Nos cambia como lectores y por tanto cambia nuestra lectura. Es la historia de Pierre Menard. Después del Quijote no se puede leer como antes el Amadís de Gaula. Después de La cabeza de la hidra no se puede leer igual una novela policiaca. Es lo que escribió Anthony Burgess en su comentario del New York Times (enero de 1979): “quizás la verdadera distinción de la novela resida en haber descartado para siempre las posibilidades del thriller de espías como una forma seria”.

En las novelas de Fuentes encuentro, en primer lugar, una energía desbordante. Ya en La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz, pero también en La frontera de cristal y La voluntad y la fortuna. Predominan protagonistas tipo Sorel en oposición a los pasivos, tipo Meursault, tan en boga en la juventud de antes (y de ahora, quizás). Esto me llamó la atención cuando lo leí por primera vez, en el colegio. Y todavía. El título La voluntad y la fortuna es representativo: hace pensar en Maquiavelo que valora la voluntad del príncipe, pero advierte que la mitad de sus logros depende de la diosa de la fortuna.

Quizás Artemio Cruz sea su personaje paradigmático. La trama de La muerte de Artemio Cruz está férreamente unida por su agonía, desde donde se van articulando momentos escogidos y cruciales de su vida. A su vez, esos episodios configuran tramas breves. Por ejemplo, Artemio Cruz y un indio yaqui que está herido son hechos prisioneros por el coronel Zagal, que va al mando de una columna de combatientes de Pancho Villa. Van en hilera, a caballo. El indio yaqui se las arregla para decirle a Artemio Cruz que pasarán por el tajo de una mina abandonada y que si logra escapar por esos chiflones no lo encontrarán jamás. Artemio Cruz decide arriesgarse para conseguir su libertad. Se tira del caballo y se pierde entre los vericuetos oscuros y húmedos de la mina. Oye unos tiros, luego gritos, luego la carcajada del coronel Zagal y un chiflido. Después, nada. Cuando Cruz regresa a la entrada, la han tapiado con piedras pesadas. Lo han dejado encerrado ahí adentro. El lector sigue los momentos que se suceden con terror. ¿Por qué nos ocurre esto si sabemos que Artemio Cruz sobrevivió y llegó a viejo y recién ahora, décadas después, agoniza y recuerda? Por cierto, Artemio Cruz logrará encontrar una galería estrecha y se arrastrará hasta dar con algo de luz y aire. Justo cuando el lector respira aliviado de poder salir con su héroe de ese encierro, la situación gira ciento ochenta grados: quienes acampan allí y guitarrean son los mismos soldados villistas que lo llevaban prisionero.

Uno sucumbe al encanto de ese relato en estado puro. A la vez, se nos revela quién es Artemio Cruz, qué formidables adversidades es capaz de vencer su voluntad, y qué frágil es su victoria. El personaje y la trama, cuando están bien construidos, son dos caras de la misma moneda. Hegel sostiene que el personaje moderno encarna “la energía y la perseverancia de la voluntad y de la pasión”. ¿Artemio Cruz?

Las novelas de Fuentes son polifónicas, son estructuras corales, abiertas. Hay sincretismo y hay barroco. Le gustaba concebirlas como un ágora, en oposición a los relatos cerrados, que tienen un solo foco y avanzan hacia su clímax sin desviarse y con determinación inexorable. Se construyen a partir de la brecha que existe entre el impulso subjetivo del protagonista y el mundo tal cual es. Para Hegel las novelas deben tener un desenlace en el que “la prosa sucede a la poesía, lo real a lo irreal”.

Pienso en lo que Aura es para Felipe:

Al fin, podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tú los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido o podrás conocer. Sin embargo, no te engañas: esos ojos fluyen, se transforman, como si te ofrecieran un paisaje que solo tú puedes adivinar y desear.

En ese instante la vida de Felipe cambia y se pone en marcha la historia. Avanzamos, como una cascada, hacia un desenlace de belleza alarmante e inexplicable.

Pienso en “El amante del teatro”, cuento de Inquieta compañía: “Todo cambió cuando apareció ella”, cuenta O’Shea. Así surgen las expectativas. Está en el edificio de enfrente, es decir, separada por un abismo. Al principio fue solo una luz detrás de las cortinas antes oscuras. Ese departamento llevaba años vacío. Ahora ella va y viene. Y, claro, no lo ve (¿no lo verá?). Eso lo hace libre. Puede investigar sus horarios y rutinas. Un día la ve abrir las cortinas. “Me bastó bajar la mirada hacia sus senos prácticamente visibles debido a lo pronunciado del escote, para descubrir en ellos una ternura que no me atreví a calificar.” El espectador, enamorado, quiere seguirla segundo a segundo. Acomoda su vida a la de ella. Parece hacerle gestos. No se atreve a tocar su timbre. O’Shea va a ver un Hamlet. Y ahí está ella, en la escena. No hay duda. Es Ofelia. Y ella lo mira y lo ve. Cuando la dulce Ofelia, sumergida en la corriente del río, se abandona a la muerte, le lanza una flor. Ha cruzado el abismo que separa la ficción de la vida. Los acontecimientos se precipitan, entonces, de manera trágica y desconcertante. El cuento se bifurca en dos versiones distintas, se abre como un campo de posibilidades. Fuentes invita al lector a escoger el final, a crear con él.

Esa distancia entre deseo y realidad, ese choque y esa transformación es lo que Fuentes no se cansó jamás de explorar como escritor.

Fuentes era un animal omnívoro: la literatura, pero también el cine, la pintura pero también la historia, y el teatro y la música y la filosofía y la política y la arquitectura y la fotografía.

Fue su voz suave la que reconocí en el teléfono el viernes 4 de mayo pasado. Mi memoria retrocedió a esa sala de Columbia University, donde Fuentes daba su clase y yo era uno de sus muchos alumnos. Lo seguíamos absortos, aunque nos distraía, a veces, la serena belleza de Silvia, su mujer. Leímos elQuijote, Tristram Shandy, Rojo y negro, Madame Bovary, Un corazón simple y el Ulises de Joyce. Yo era un joven estudiante que intentaba ser escritor y había sido amedrentado por el nouveau roman de Robbe-Grillet y la revista Tel Quel. Encontrarse con ese curso de Fuentes fue para mí sentir que resucitaba el viejo oficio de contar.

Nació allí una amistad con él y con Silvia, periodista culta y sensible y cinéfila. A veces pasaba mucho tiempo sin contacto alguno. Pero volverse a ver era siempre reanudar la conversación como si no hubiese sido interrumpida. Me dijo que estaba en la feria de Buenos Aires y que acababa de cambiar el vuelo, que quería visitar a sus amigos chilenos. Y así fue como se encontró con los escritores Carlos Franz, Antonio Skármeta y Sergio Missana, el filósofo Martín Hopenhayn y el expresidente Ricardo Lagos. No resultó la cita con el filósofo Roberto Torretti, pero hablaron largo por teléfono.

A Torretti, como a José Donoso, los conoció en The Grange, su colegio mientras vivió en Chile. Una gestión suya permitiría, mucho más tarde, que Donoso se publicara en inglés. Comiéndose unas machas el lunes, al almuerzo, me habló de Mrs. Balfour, la profesora que lo introdujo a la literatura inglesa. Ese cruce en su adolescencia de las literaturas inglesa y castellana fue determinante para su vocación, me dijo. También la experiencia de las luchas políticas en la democracia chilena. Desde entonces se ubicó a la izquierda. Años después, Fidel Castro lo ilusionaría y desilusionaría. Llamó a Chávez “un Mussolini latinoamericano”. Era un socialdemócrata al estilo de Felipe González o Ricardo Lagos. Hablamos del cine mexicano actual, de los guiones de Guillermo Arriaga y de Tolstói, de Kundera, de Rulfo, de Quevedo, de Santiago Gamboa, de Hollande, de cómo ordenar los libros en la biblioteca, de Veracruz... Estaba lúcido y vibrante como siempre. Se embarcó el martes 8 a la ciudad de México. Fue su despedida.

Fuentes fue grande en sus defectos y grande en sus virtudes. Tenía un espíritu inquieto, inteligente, voluntarioso y alerta a los demás. Era un hombre atrayente. Según Donoso, muchas mujeres interesantes sucumbían a su encanto. Doy fe de su inmensa generosidad en la amistad.

No sé bien qué encarne Artemio Cruz como personaje, pero intuyo que su fondo es la vida real. No quisiera simplificarlo. Pero hay una frase que escribió Terencio en su viejo latín y que dice más o menos así: “Soy hombre y nada humano me es ajeno.” Creo que eso puede decirse de Artemio Cruz. Creo que también de su creador, Carlos Fuentes. ~


sábado, 16 de junio de 2012

EL OTRO HOMBRE SIN NOMBRE por Rodrigo Fresán (www.letraslibres.com)


Eduardo Mendoza

El enredo de la bolsa y la vida
Barcelona, Seix Barral, 2012, 268 pp.

http://www.letraslibres.com/revista/libros/el-otro-hombre-sin-nombre?page=0,0

A mediados de los años sesenta, el director de cine italiano Sergio Leone –en una trilogía de spaghetti westerns– dotó a Clint Eastwood de estatura icónica creando para él la figura de un cowboy crepuscular de pocas palabras conocido como El Hombre Sin Nombre. Así, el pistolero de Eastwood no necesitaba decir quién era ni de dónde venía. Y le bastaba con firmar a quemarropa o de lejos, con el plomo de sus balas certeras como única carta de presentación.

Resulta curioso que Eduardo Mendoza –sin lugar a dudas uno de los mejores “nombradores” de la literatura en español junto a Adolfo Bioy Casares o Juan Carlos Onetti– haya decidido no ponerle nombre a su ya célebre y admirado y querido “detective manicomial” adicto a la Pepsi-Cola y al que conocimos y reconocimos en El misterio de la cripta embrujada (1978), El laberinto de las aceitunas (1982) y La aventura del tocador de señoras (2001). Este antihéroe catastrofista al que, no sé por qué, de tanto en tanto recuerdo con el apelativo de Ceferino –perteneciente al mismo linaje del Kilgore Trout de Kurt Vonnegut, del Gulley Jimson de Joyce Cary, del John Joseph Yossarian de Joseph Heller, del Ignatius Reilly de John Kennedy Toole, del Ferdinand de Louis-Ferdinand Céline, del Sebastian Dangerfield de J. P. Donleavy, o del Jeff “The Dude” Lebowski de los hermanos Coen–, funciona muy bien desde entonces a la hora del hacerlo casi todo mal, salvando al mundo o a su mundo en las últimas páginas. Y es el responsable de la idea –para mí errónea– de que existen dos novelistas dentro de Mendoza. Por un lado, el Mendoza profundo y serio, y, por el otro, el Mendoza liviano y gracioso.

Así, otra vez, El enredo de la bolsa y la vida –como todos los de Mendoza, serios o graciosos– es un libro de una desopilante melancolía y de una afinada puntería (como la del Eastwood sin DNI) para proponer una cruel radiografía del estado de las cosas viajando en las tripas del más troyano de los caballos. Están advertidos entonces: leyendo El enredo de la bolsa y la vida se van a reír mucho. Pero también sepan que se van a reír mucho nada más y nada menos porque, sí, es preferible reír que llorar y así la vida se debe tomar. Y el que esta nueva y alucinada entrega de Mendoza haya sido el best seller indiscutido del último Sant Jordi y que varios cronistas de la jornada hayan tratado la noticia como un “triunfo de la carcajada” o con un “el humor salva el día del libro” no deja de tener –nunca mejor dicho– su gracia para algo que, de nuevo, parece escrito en estado de gracia, de gracioso en serio, y muchas gracias por eso. Porque el investigador por siempre amateur de Mendoza (antídoto eficaz y contracara sofisticada y compleja, más allá de sus vulgaridades y penurias y pobrezas, para el cada vez más grueso y menos imaginativo José Luis Torrente de Santiago Segura) siempre ha funcionado como espejo deformante pero preciso de los idus e idas y vueltas de una ciudad llamada Barcelona. Y ahora ha llegado el momento de investigar –a fondo y por encima del “enredo” personal y singular– la ejecución pública del Gran Sueño Catalán y el asesinato de masas de toda una sociedad que se creyó oasis cuando era más bien espejismo.

Muy ilustrativo fue Mendoza en una reciente entrevista en El País donde contó la génesis del asunto. Y, por supuesto, la explicación resultó ser muy divertida e inequívocamente mendoziana: “Empezaba a escribir otra cosa y me salió esto. La idea me vino cuando pasaba por una callecita de Barcelona. Había un local con dos letreros. El primero decía: Centro de Yoga Jardín de la Perfecta Felicidad; en el segundo: Se traspasa. Eso es lo que está pasando. Con la crisis hemos recuperado algo que no debimos olvidar, que este es un país pobre y cutre.”

De ahí que no tenga demasiado sentido anticipar sorpresas y placeres que incluyen la carrera contrarreloj para desbaratar un gran atentado terrorista y la participación de Angela Merkel, “con un peinado que, francamente, no estaba a la altura de su cargo”, en un clímax casi marxiano. Aunque sí convenga precisar que se trata de la entrega más chandleriana del innominado: ese amigo legendario y desaparecido, esa mujer fatal, esa joven “inocente” proponiendo “caso” y hasta el toque exótico y muy pulp de una familia de bazar chino o de un africano albino.

Lo demás, lo de siempre. Y está muy bien que así sea: el talento de Mendoza para pintar todo un personaje con apenas la pincelada de una sonrisa (“Se seguía pareciendo a Tony Curtis, pero, igual que a este, se le notaba el esfuerzo que había de hacer para seguir siendo como era”); salpicar con el brochazo de una risotada (un restaurante llamado Se Vende Perro), proponer y despachar una idea desternillante en unas pocas líneas (las frustradas tentativas de secuestrar al equipo titular del FC Barcelona “para exigir a cada socio un rescate de diez pesetas, con lo cual él vendría a ganar más de un millón sin causar a nadie un quebranto económico”) y esos diálogos marca de la casa. Apenas un ejemplo:

–¿Cómo te llamas?


–Todos me llaman Quesito.

–Es ridículo. ¿Cuál es tu verdadero nombre?

–Marigladys.


–Bueno, después de todo, Quesito no está tan mal.

Pero tanto por detrás y al frente de todo lo anterior, lo que aletea en El enredo de la bolsa y la vida es el ave de mal agüero graznando la “novedad” de que, aquí y ahora, las miserias del anónimo detective privado casi de todo empiezan a ser las de todos, las nuestras. Sí, estamos todos enredados, al borde de un abismo donde Mendoza considera oportuno revelarnos –porque nunca se sabe qué puede suceder– que las estatuas vivientes como el Pollo Morgan llevan “Dodotis” para no tener que ir al baño y abandonar pedestal y posición estratégica en unas Ramblas donde “por culpa de los trileros y los carteristas la gente se acostumbró a perder dinero de prisa y sin esfuerzo. Antes, para ser timado, se necesitaba perspicacia, codicia, decisión e inmoralidad. Ahora hasta el más obtuso se deja desplumar sin tener ni idea de lo que está haciendo”.

Y me temo que ya se dieron cuenta a cuáles “obtusos” se refiere Mendoza y, si no, una pequeña pista: no pueden pagar esa hipoteca que firmaron sin leer. Lo que aquí se satiriza con modales de fauno experto es la España de ahora. Ese país que –tratándose de la franchise del thriller milenarista– no es casual que no haya sido capaz de crear a una Lisbeth Salander. Demasiado fría y centrada. Lo que nos queda y lo que nos toca –y a su manera tan eficaz como la anterior; identidad desconocida pero tan fácil de identificar y, de algún modo, tan fácil identificarnos con sus tan abundantes carencias, porque lo que no tiene apelativo propio lleva un poco el de todos– es este lunático otro Hombre sin Nombre.

No es poco.

Es mucho.

Y –al final no cabalga hacia el horizonte sino que decide no mudarse, para que Quesito y nosotros sepamos donde encontrarlo– lo sabe mejor que nadie el personaje de Mendoza. Sí: todo siempre podría ser peor, probablemente vaya a serlo y –una vuelta de Pepsi para todos– hasta la próxima, lo más pronto posible, por favor, ¿sí?
 

LA DESACRALIZACION DE NUESTRO MUNDO escribe Fernando de Szyszlo (www.letraslibres.com)


http://www.letraslibres.com/revista/libros/la-desacralizacion-de-nuestro-mundo

En el Perú no nos sorprende la identidad entre lo que Vargas Llosa dice y lo que piensa, ni tampoco el coraje con que expresa su pensamiento, aun si –como a menudo ocurre– está en contra de la corriente. Su nuevo ensayo, La civilización del espectáculo, es un análisis descarnado de la realidad del siglo XXI. Partiendo de lo que sucede en las artes, Vargas Llosa continúa examinando la situación de la cultura en general y finalmente termina abarcando todos los aspectos del acontecer del mundo contemporáneo. Es un tema que le preocupa desde hace años, como nos lo prueban los textos de su columna sindicada que se publica en el diario El País (que entre nosotros aparece simultáneamente en La República) y que utiliza en su ensayo para ilustrar algunos temas con más detalle.


Es indudable que el “arte“ que hoy nos quieren imponer es un juego en que lo único que sus autores quieren es distraernos con un trabajo vacío e insignificante que realmente no nos demanda más que una mirada distraída y pasajera. Lo más que puede esperar su productor es una sonrisa o una expresión de simulada complicidad. Ya el tiempo en que obras como esas nos ofendían, nos sonrojaban o nos intrigaban pasó hace muchos años.

El urinario puesto de costado o la Gioconda con bigotes (y un subtítulo obsceno) de Marcel Duchamp sucedieron en 1917; pronto hará un siglo. Ya en el año 1975, Tom Wolfe se extrañaba de que los nuevos cuadros o instalaciones o fotografías retocadas necesitaran explicaciones escritas, que hacen, cuando son expuestas, indispensables a los curadores. Las obras de arte han cesado de comunicarnos directamente algo y necesitamos informaciones o leyendas, al costado, que nos informen de lo que el artista nos quiere decir.

Para André Malraux, una de las funciones del arte es dar a los hombres conciencia de la grandeza que ellos tienen pero que ignoran, y decía también que “el arte no es una religión, pero es una fe y si no es lo sagrado es la negación de lo profano”. Estamos lejos de los divertimentos y juguetes que nos proponen la gran mayoría de los autotitulados artistas contemporáneos.

Dice Vargas Llosa:

La literatura “light”, como el cine “light” o el arte “light”, da la impresión cómoda al lector y al espectador de ser culto, revolucionario, moderno, y de estar a la vanguardia con un mínimo esfuerzo intelectual. De este modo esa cultura que se pretende avanzada y rupturista, en verdad propaga el conformismo a través de sus manifestaciones peores: la complacencia y la autosatisfacción.

Esas producciones anémicas y desteñidas están lejos de los propósitos que siempre tuvieron los creadores al intentar producir una obra de arte. Esta implicaba siempre un compromiso total. “Saber de qué mensaje único soy portador y de cuya suerte debo responder con mi cabeza”, como alguna vez dijo André Breton. Octavio Paz definió en su momento la poesía:

La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de salvar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo, crea otro. Pan de los elegidos, alimento maldito. Aísla; une. Invitación al viaje, regreso a la tierra natal...

Conforme avanzamos en el ensayo de Vargas Llosa nos damos cuenta de que los descubrimientos sobre el deterioro de la gravedad con que se enfrentaba la creación artística no eran sino la punta de un iceberg que abarcaba una situación mucho más compleja. En realidad la calidad de la producción en materia de arte, su pérdida de peso, su futilidad, no eran sino el reflejo de lo que pasaba en el sujeto original y las circunstancias en las que él vivía y por ello lo que producía no podía ser diferente. Lo que pensaban sus seguidores que sería un gran salto hacia delante realmente produjo un gran salto hacia atrás.

La música fue perdiendo cada vez más elementos y fue reduciéndose progresivamente hasta consistir solamente en ritmo; volvemos rápidamente al tam-tam primitivo y sustituimos la melodía por un recitativo, en que el volumen en que se produce, apoyado por la percusión, llega a casi reproducir las danzas más primitivas en que no faltan tampoco, como en sus predecesoras, los estimulantes psicodélicos para poder alcanzar toda su violencia.

En pintura volvemos al grafiti y a pretender que no sabemos no dibujar, sino tampoco escribir. En el siglo XIX se decía que el romántico es todo pasión y todo conciencia. La pasión y la conciencia quedaron atrás; ahora de lo que se trata es de olvidar, no sentir, no pensar, alcanzar un estado vecino al que, imagino, produce el consumo de drogas. El problema es que en arte, para lograr expresar cualquier tipo de emoción o sentimiento o idea, por violenta o mental que sea, el artista no solamente debe estar en el torbellino, sino como el mago que lo provoca; debe poder al mismo tiempo controlarlo: todo pasión y todo conciencia.

Por último, han logrado desacralizar el amor. Han conseguido retroceder hasta conseguir que el amor sea solamente sexo. El erotismo se ha perdido en el camino. Creo que la experiencia amorosa es la única experiencia mística que está al alcance del hombre contemporáneo. Experiencia mística en el sentido de fusión del yo en y con otra cosa. Vemos ahora la experiencia amorosa convertida en un encuentro ocasional, intrascendente, olvidable y que queda reducido a cumplir sin darse cuenta con una función puramente animal. Han conseguido que no solamente el baile, también el amor, se convierta en una calistenia deleznable.

La civilización del espectáculo me parece un libro capital. Expresa la alarma que muchos experimentamos por el camino que esta tomando nuestro mundo y es un lúcido, sustentado y brillante llamado de atención. Nuevamente Vargas Llosa señala sin vacilar y con argumentos difíciles de rebatir el peligroso estado en que se encuentra nuestra cultura. Solamente el ser conscientes de que hemos atravesado a lo largo de la historia períodos igualmente oscuros nos impide ser totalmente pesimistas. La cultura nunca podrá ser divertimento, objeto sin aristas para entretener sin inquietar. “La ciencia está hecha para tranquilizar; el arte para turbar”, según Braque. La “literatura es como el fuego”, decía ya en los ahora remotos años sesenta, con apasionada lucidez, Mario Vargas Llosa. ~

(Fernando de Szyszlo)



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viernes, 15 de junio de 2012

ESTADO TRANSITORIO, CINEFILIA DEL SIGLO XXI de LORENA CANCELA (Escribe Óscar Contreras)


Lorena Cancela es una de las mejores críticas de cine de su generación. Nacida en la Argentina, licenciada y profesora de Arte en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Cancela sostiene una relación fructífera con la cinefilia peruana a través de sus libros Mirada de mosca, ensayos sobre films argentinos 01/03 y Los adulterios de la escucha, entrevistas con el "otro cine"; difundidos y presentados en los Festivales de Cine de Lima de los años 2006 y 2007, respectivamente, donde es invitada como jurado y docente de cursos y seminarios. 

Los conectivos con el Perú coinciden con el atardecer de esa tendencia no militante, no organizada, llamada Nuevo Cine Argentino; y con la programación en el Festival de Lima de películas fundamentales como Los muertos de Lisandro Alonso, La mujer sin cabeza de Lucrecia Martel y Luz silenciosa de Carlos Reygadas. 

La voz y textos de Lorena Cancela abonaron las reflexiones, los debates y las programaciones precedentes -y fueron el dintel para las futuras- siempre sobre el proceso de transformación de la experiencia cinematográfica. Sobre el impacto de la tecnología digital en la búsqueda de la otredad en el cine. Desde la periferie, desde la independencia, integrando puntos de vista diversos (los del director, la cámara, los actores y el espectador) en una exploración penetrante de las superficies menos expuestas. Búsqueda y encuentro de nuevos contornos, de nuevas fuerzas y razones para integrar el espacio-tiempo-realismo-drama-verdad. Suerte de Santo Grial de un grupo de directores que se distanciaban de la realidad fragmentaria y la cuestionaban, entrelanzando sus miradas, compartiendo códigos éticos y estéticos.

Ha pasado el tiempo y Lorena Cancela actualiza sus reflexiones en un nuevo libro, distinto y diferente, titulado Estado Transitorio, cinefilia en el Siglo XXI  (Djaen, 2012, Colección Cinesophia). Un libro que en breve estará disponible en preventa on line a través de http://www.cinesophia.com/ y que constituye una oportunidad para la crítica y la cinefilia del Perú de retomar contacto con una autora informada, que describe, testimonia y analiza -con enfoque integral y mundial- los numerosos y vertiginosos cambios experimentados por el cine. Que hasta hace unos años fue de una manera y ahora es de otra.

Estado Transitorio, cinefilia en el Siglo XXI  reporta la crisis del cine en el mundo, entendido esto como el tránsito de un estadio a otro, no necesariamente mejor o peor. Decurso que sucede sin prisa y sin pausa y que dificulta la asimilación de los hechos por los espectadores.

La autora confiesa su temor de quedar desactualizada en poco tiempo, dada la velocidad de los cambios. Y cree en la urgencia y la necesidad de este libro. De suspender el flujo del movimiento para escribir y pensar algunas de las cuestiones sustantivas que derivan de fenómenos recientes en el campo de la producción y visión del cine, en el ámbito de las nuevas cinematografías alternativas y en la exhibición 3D.

Esperamos la pronta publicación de Estado Transitorio, cinefilia en el Siglo XXI de Lorena Cancela.

miércoles, 13 de junio de 2012

LA CRISIS EUROPEA: ENTREVISTA A FERNANDO SAVATER



Se dice que esta crisis es algo más que económica. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
Lo que ocurre es que la economía está en la base de muchas cosas. Cuando se altera la economía es normal que se también se pongan en juego otros aspectos como la sociedad, la conciliación familiar, etc.

Usted ha dedicado mucho tiempo a reflexionar sobre la ética. ¿Qué papel ocupa en esta crisis? ¿Cree que una reflexión ética sobre lo que nos está pasando puede llegar a modificar las normas de comportamiento, la leyes civiles, penales...?
Todo eso no tiene que ver con la ética, sino más bien con el derecho y las instituciones. Sí creo, sin embargo, que se impone una reforma del sistema financiero, para evitar el capitalismo especulativo; ya hemos visto en que puede derivar éste cuando no está controlado.

“NO NOS VAMOS A REGENERAR POR UNA CRISIS”

¿Seremos más éticos después de la crisis?
No nos engañemos: los seres humanos son lo que son. Ha habido incluso Guerras Mundiales y los seres humanos no han salido mejor de ellas. No nos vamos a regenerar por una crisis. Lo que sí podemos hacer es cambiar las legislaciones o poner una vigilancia más efectiva en el sistema.

La ausencia de ética ha hecho mucho daño al sistema financiero. Pero ¿cómo incluirla en un sistema que mide el éxito por el rendimiento económico? Citemos, por ejemplo, el caso de los desahucios. A todos nos parecen terribles, pero si no hubiera desahucios, el sistema crediticio se caería. Nadie pagaría su hipoteca.
La ética es una reflexión sobre la libertad de cada uno de nosotros. Debe aplicarse en la vida, que está tantas veces basada en la concupiscencia, en las ambiciones y en el deseo de poder de los individuos. Sirve para moderar ese deseo individual de las personas. Nosotros podemos actuar sobre las leyes y cuidar que en el sistema financiero se apliquen determinadas normas, de modo que sirvan para proteger a los más vulnerables.

Pero esas normas no puede suprimir el riesgo consustancial a las decisiones libres, entre ellas las mercantiles.
Sí, es verdad, el riesgo es un factor, una consecuencia de las decisiones libres. Pero también hay que tener en cuenta lo que decía antes sobre la ignorancia. Hay personas que pidieron créditos de forma alocada, sin entender las condiciones de la hipoteca que estaban perdiendo, poniéndose en un gran riesgo.

“LA CONFIANZA EN EL SISTEMA DISMINUYE PORQUE EL SISTEMA NO NOS DA LO QUE ESPERAMOS DE ÉL”

¿Cree que cada vez más ciudadanos decepcionados con el sistema se apartarán de la ley: se colarán en el metro, defraudarán a Hacienda?
La confianza en el sistema disminuye al observar que el sistema ha dejado de darme lo que yo pretendía. Los ciudadanos han vivido mucho tiempo en una burbuja inmobiliaria, se han producido abandonos escolares para ganar dinero fácil en la construcción, Y hoy estamos viendo que se producen los pequeños fraudes como los que mencionabas, o las facturas sin IVA. ¿Por qué pasa esto? Pues simplemente, porque el sistema está hecho de ciudadanos. El sistema son los ciudadanos que se decepcionan porque no pueden sacar las ventajas que se esperan de él.

¿La democracia está siendo debilitada por la economía?
La miseria e ignorancia son enemigos seculares de la democracia. Puede haber democracia cuando existe cierto ocio. La miseria impide el ocio. Por otro lado, también en democracia necesitamos conocimiento para poder entender los problemas sociales. Hoy en día vemos personas, si no en miseria, sí una pobreza severa. Vemos incluso que esta pobreza se está cebando con la infancia. Por supuesto, todo esto perjudica la realidad democrática.

“LOS RECORTES EN EDUCACIÓN HAN SIDO LA PUNTILLA A UN CAMINO DE DEGRADACIÓN”

En esta semana ha habido una huelga y muchas manifestaciones por el problema educativo. Sin embargo, el fracaso escolar no había suscitado manifestaciones antes.
Lo que pasa es que ahora ha afectado mucho más, pero venía gestándose de antes. Se venía viendo desde hace mucho tiempo. Los recortes, el abandono, la falta de inversión eso viene de antiguo.

¿En qué lo notaba?
En los malos rendimientos, en la falta de inversión, en los planes educativos que se superponían a otros o que los contradecían; así era imposible llegar a buen puerto. Y ahora vienen con estas medidas que son la puntilla a un camino de degradacion. Desgraciadamente eso preocupaba a muy poca gente. Los abandonos escolares también se producían antes.

Eso habla mal de la comunidad educativa, ¿no le parece?
No. Eso habla mal de la comunidad social en su conjunto. La comunidad educativa ha sido la perjudicada.

Pero usted mismo dice que...
Algunos maestros no hacían nada, pero otros sí lo advirtieron y alertaron en contra. Pero la comunidad social no ha valorado esto hasta que se ha convertido en un síntoma de algo peor.

¿Es pesimista en ese sentido?
No sé qué decirte... digamos que soy poco optimista. No sé. Espero que haya personas que se den cuenta los errores. Y no me refiero sólo a los españoles, sino a Europa entera. Desde luego, motivos para darse cuenta hay de sobra.

¿Cuál le parece la reforma más urgente en el sector educativo?
Hay muchas, pero creo que deben reforzarse las enseñanzas primarias y medias. Desde luego, lo que no se puede hacer de buenas a primeras es dar un tijeretazo sin consultar a la comunidad educativa. Me preocupa mucho el abandono de la enseñanza en los primeros años, de 0 a 3 años.

¿Por qué esa edad tan temprana?
Porque son años decisivos, sobre para aquellos niños que no nacen en una familia culta o preparada. Si esos niños logran una estimulación temprana, se puede compensar su déficit cultural. En cambio si esperamos hasta los 3 o incluso hasta las seis, estamos perdiendo un momento importantísimo. En estos momentos es donde más se nota la desigualdad social, porque hay quienes no tienen esas ventajas.

Dígame... ¿espera algo bueno de esta crisis?
Que salgamos de ella cuanto antes. Eso será lo bueno.

Por Juan Bosco Martín
Fuente: La Información:
Más información: http://noticias.lainformacion.com/





martes, 5 de junio de 2012

20 AÑOS SIN ATAHUALPA YUPANQUI (Diario Clarín)


Se cumplen hoy 20 años de la muerte de Atahualpa Yupanqui, en Nimes, corazón de la provence francesa. Francia había sido una especie de segunda patria de Yupanqui desde su primer viaje de 1948, fruto del apetito universalista y la persecución peronista. París lo recibió cálidamente; en casa del poeta Paul Eluard conoció a Edith Piaf, quien lo invitó a cerrar un recital suyo en el teatro Athénée; y además sería francesa, aunque nacida en Canadá, la mujer de su vida: la pianista clásica Antoinette Paule Pepin, “Nenette”, quien con el seudónimo de Pablo del Cerro firmó en colaboración composiciones tan perfectas como El alazán , Chacarera de las piedras y Guitarra dímelo tú . Pero Yupanqui y Nenette no se conocieron en Francia, sino en Tucumán en 1942, en ocasión de un concierto de ella.


Yupanqui nació con el nombre de Héctor Roberto Chavero el 31 de enero de 1908 en Campo de la Cruz, una posta de la provincia de Buenos Aires. Sus primeros estudios musicales consistieron en dos años de violín con el padre Rosaenz; luego conoció a su gran maestro de guitarra, Bautista Almirón, quien lo acercó al repertorio clásico por medio de piezas de Tárrega y transcripciones de Scarlatti, Bach, Mozart y otros. Ese repertorio y las milongas y canciones de los paisanos proporcionaron el modelo de su estilo único, que avanzó en la sola dirección de un ascetismo perfeccionista, sordo a las modas y al nuevo cancionero de los años ‘60. Sobre aquellos grupos vocales incluso ironizó con un comentario muy famoso: “Uno canta y los otros le hacen burla”.

Cantaran lo que cantaran, hicieran lo que hicieran, cuatro voces eran seguramente una enormidad para Yupanqui. El hizo de la soledad un principio musical y poético. Sus canciones hablan del camino, del tránsito, de la intemperie. Siempre se mantuvo alejado de las “cinturas cósmicas” y el expansionismo metafórico. Sus imágenes son menos demagógicas, más secas, más verdaderas; y tal vez más trágicas, ya que el amor por la naturaleza que experimenta el solitario es profundamente irrecíproco. No hay nada más indiferente al sentimiento humano que el paisaje.

Sus dos bienes más preciados fueron la guitarra y el caballo. Difícilmente alguien haya hablado del caballo de modo tan conmovedor.

El alazán , “cinta de fuego”, es acaso el ejemplo más sublime, pero no el único. En El tordillo el recitante nombra el árbol plantado sobre la tumba del animal que salvó del frigorífico: “Una sombra pa’ la sombra del recuerdo de un amigo”.

Yupanqui fue un virtuoso como músico, poeta e intérprete. Fue un guitarrista exquisito; sin la proyección casi orquestal de la guitarra de Eduardo Falú, pero no menos sutil. Transitaba por un zona más acotada del registro (medio-agudo), en paralelo con una voz no demasiado resonante. Tenía una manera única de acelerar un poco la frase, y no hubo un vibrato (ese pequeño “temblor” que se obtiene por medio de una oscilación de la yema sobre la cuerda y el traste de la guitarra) tan expresivo y justo como el suyo.

Yupanqui expresa un ideario conservador. Murió el mismo año que Astor Piazzolla y eso ha llevado a ciertos paralelismos. Son paralelos literalmente, en el sentido de que no se tocan. Si Yupanqui es el conservador, Piazzolla es el revolucionario, pero antes de las diferencias estéticas están las del oficio. Piazzolla es un músico en un sentido muy distinto al de Yupanqui, como en general ocurre con los músicos del tango y el folclore: los primeros son más técnicos, lo que desde ya no implica la superioridad de un género sobre otro.

Y si la revolución de Piazzolla fue tan poderosa que no hubo músico que quedase libre de su influencia, el encapsulado y solitario arte de Yupanqui se cerró con él. No dejó herederos. Su epigramático ascetismo hoy nos parece una forma de expresión más japonesa que propiamente local. Y de su veneración por Japón el maestro dejó varios testimonios, como ese verso que dice, a modo de sobria despedida: “Vuelvo a la sombra de los viejos algarrobos, llevándome un tímido botón de tus cerezos”.

Por Federico Monjeau
Fuente y Más información: www.clarin.com/

ENTREVISTA A TIM BURTON (Diario EL PAÍS, España)


Pudiendo vivir en el lluvioso y sombrío Londres, ¿para qué volver a su localidad natal, Burbank, en los aledaños de Los Ángeles, todo calor y bochorno californiano? Si eres el cineasta gótico por excelencia, no debe de haber muchas dudas, a pesar de que Tim Burton —quién si no— trabaje para Warner, el estudio de Hollywood que tiene su sede central en Burbank. Curiosidades del destino de alguien que comenzó en Disney, y que se declara desde luego “un tipo con suerte”. Desde Londres, donde el miércoles asistió al estreno de su Sombras tenebrosas, el cineasta, de 53 años, responde al teléfono y recuerda su niñez, cuando pasó horas y horas delante de la tele, dibujando historias, encerrado en su mundo.


Pregunta. ¿Hasta qué punto este proyecto es suyo o de Johnny Depp?
Respuesta. De ambos, pero la chispa la prendió Johnny. Los dos vimos la serie de televisión, éramos fans, y durante años elucubramos con la posibilidad de adaptarla a la gran pantalla. Pero es que él siempre, y cuando digo siempre me refiero a desde que era crío, soñó con interpretar a Barnabas Collins. Creo que incluso hablamos de este proyecto la primera vez que trabajamos juntos. En resumen, creo que para Johnny era muy muy importante.

P. Tanto, que incluso la ha producido.
R. Es un trabajo muy diferente para él [risas]... que Johnny hizo que ni se notara en el día a día.

P. ¿Johnny no envejece?
R. Nada, está más joven que hace 20 años. Alice Cooper [que sale cantando un tema en el filme] es igual. No sé cómo lo hacen.

P. ¿Pensó mucho en qué quería de salvar de la serie?
R. Pues sí. Porque era una serie familiar, con humor, melodramática, negra... Lo importante era salvar sus esencias, y en mi caso como director, recuperar su tono.

P. ¿Por qué a la gente le atraen tanto los vampiros?
R. Yo veo películas de vampiros desde los cinco años, así que algo de criterio tengo [risas]. Cada país tiene su propia leyenda vampírica, y creo que eso ocurre porque a la gente no le gusta hablar de sexo y muerte, y los vampiros son la perfecta herramienta del subconsciente para reflejar esos miedos y deseos.

P. ¿Le preocupa que la gente vaya a ver su película?
R. Puff, es incontrolable, nunca puedes saber qué tendrá éxito, qué va a funcionar en taquilla. Nunca he empezado un filme planteándome la taquilla.

P. Tiene suerte: todas sus películas parecen cercanas a sus gustos. ¿Nunca se ha prostituido, por llamarlo de alguna manera?
R. Bien fueran proyectos míos, bien encargos, siempre he luchado para que el material se acercara a mi mundo. Desde luego, Sombras tenebrosas es muy mía: se desarrolla en los setenta y la música (yo he escogido todas las canciones), el estilo, los personajes, el ambiente están en mi alma. Pero no entiendo el cine sin hacer personal cada fotograma.

P. Lleva unos 20 años trabajando con la misma gente.
R. Y es una fiesta. Repito con Johnny y Helena Bonham Carter [su pareja], pero me encanta la sensación de que dejemos entrar gente nueva a la extraña familia que se crea en un rodaje.

P. Pues hace esos 20 años que no trabajaba con Michelle Pfeiffer, desde Batman vuelve.
R. No te lo vas a creer: en estos 20 años no habíamos hablado. Ella es sorprendente en su trabajo, y me telefoneó porque también era fan de Sombras tenebrosas. Estoy muy muy contento de repetir.

P. Johnny Depp dice —porque le puso unas prótesis en los dedos y colmillos de vampiro— que rodar con usted es una especie de tortura.
R. [Carcajadas] Siempre encontrarás a alguien que acusa al director de torturarle. Y en este caso, bueno, sí, es el momento de reconocerlo.

P. ¿Cómo lleva su largo de animación Frankenweenie?
R. Pues muy bien, gracias. Estamos rematando la música. Nos queda poco.

P. ¿Quién es más cercano a usted, Johnny o Helena?
R. Vaya... Concedamos que son relaciones distintas. Y eso salva ambas amistades.

Por Gregorio Belinchón
Fuente: El País
Más información: www.eelpais.com